«El abrazo de la serpiente», cine para fundirse con el espíritu del Amazonas
Alicia G.Arribas.
Madrid, 17 feb.- El cineasta colombiano Ciro Guerra ha conseguido convencer a los Académicos de Hollywood con «El abrazo de la serpiente», un largometraje sobre la vida espiritual de los indios amazónicos que «toca alguna fibra en el público, agotado de tanta crisis, tanto odio, tanta xenofobia, tanta violencia».
«Somos muchos los que estamos en una búsqueda espiritual a muchos niveles y la película, creo, conecta con eso», comenta el director en una entrevista telefónica con Efe, con motivo del estreno en España este viernes de esta aventura mágica rodada en blanco y negro que llevará a Colombia a los Óscar, por primera vez en su historia.
La película cuenta en paralelo los encuentros del joven chamán Karamakate, sobreviviente de las masacres de los caucheros en 1909, primero, con el etnólogo alemán Theodor Koch-Grünberg y después, con con el biólogo estadounidense Richard Evans Schultes en 1940, en plena II Guerra Mundial; es su ojo el hilo conductor.
Y el espectador descubre, al tiempo que los protagonistas, cómo el impacto del hombre blanco desvirtúa todo cuanto toca, cómo destroza zonas vírgenes para sobreexplotar sus recursos naturales o castiga a los indígenas por defender su cultura y sus costumbres, hasta castrar cualquier indicio de rebelión.
Imprescindible, asegura Guerra, rodarla en blanco y negro porque la inspiración le vino de las imágenes fotográficas que tomaron los antiguos exploradores, «esas placas, casi daguerrotipos, donde se ve una Amazonia completamente diferente de la que tenemos en la cabeza, desprovista de exotismo, de exuberancia, lo que se ve -dice- es otro tiempo, otro mundo, que habla a través de las imágenes».
«Cuando estuve allí me di cuenta de que no iba a ser posible retratar el color; en ningún tipo de cine, nadie es capaz de mostrar lo que ese color significa para las comunidades que viven allá, así que decidí que esta era la única posibilidad de que el espectador imaginara; la Amazonia que se ve en la película es imaginada», apunta.
Y con la misma pasión añade que ese mundo en blanco y negro que ve el espectador «es más real de lo que yo pueda presentar; si ves el mundo de esa manera, no existe la diferencia de que la naturaleza es verde y el ser humano no. Así, cada humano, cada planta, cada pez, cada gota de agua, todo parece hecho del mismo material. Es una forma de ver el mundo muy cercana a la de los indígenas».
En realidad, el director confiesa que «podría hablar dos horas de por qué hice la película en blanco y negro, pero es que no había otra forma de hacerla», resume.
Ese es un detalle importantísimo, como lo es también que los indígenas que aparecen en la película formaran parte del proceso, «incluso en el guion, eso hace que la hayan sentido como muy propia», explica.
Por ejemplo, Antonio Bolívar, el Karamakate anciano, es de verdad «uno de los últimos okainas y habla en una lengua que no la hablan en el mundo más de cincuenta persona».
Su historia personal está muy relacionada con la película, tanto que es casi su propia historia, el último indígena de una tribu masacrada y devastada por los caucheros y aplastadas sus creencias por los misioneros católicos.
Pero no es esta una historia de buenos y malos, dice, «cuenta cómo dos culturas que sienten la misma fascinación por el conocimiento son capaces de dialogar y cómo, a través de ese diálogo, es posible hacer algo más que eliminarse mutuamente».
Tres años y medio de investigación, de inmersión en el terreno, solo le sirvieron a Guerra para darse cuenta de que el Amazonas es «inabarcable».
«Siento una fascinación grande por la forma en la que las comunidades indígenas entienden el tiempo, ellos no lo ven como una linealidad, como nosotros, sino como una multiplicidad simultánea, curiosamente, de un modo muy similar al que hoy nos da la física cuántica».
Por eso, resume, «es evidente que la película no es el Amazonas, sino sólo una pequeña ventanita a un mundo que no cabe en una ni en mil películas, y lo único que espero es que genere algo de curiosidad». EFE