Los servicios de inteligencia y Wal Mart, el gigante de la distribución en EE UU, eran hasta hace pocos años los amos de las bases de datos de ciudadanos anónimos.
Ahora, con la tecnología hasta en las muñecas, los mismos consumidores que demandan privacidad ofrecen de forma gratuita millones de datos a empresas, sin tener apenas constancia de ello.
La privacidad y la seguridad en Internet se han convertido en el caballo de batalla de unos pocos usuarios que tratan de hacer frente a la vorágine de datos. Entre ellos destaca Marta Peirano, fundadora de Cryptoparty Berlin.
Peirano denunció esta falta de privacidad con ejemplos que ponen los pelos de punta, como el del político Malte Spitz, quien en 2009 pidió a la compañía telefónica Deutsche Telecom toda la información que tenían sobre él. Estos datos fueron después analizados por un semanario y una agencia de visualización de datos, que junto a los datos públicos del político pudieron realizar un seguimiento propio de espías de la guerra fría. Consiguieron localizarle durante más del 78% de su tiempo con solo seis meses de datos. La agencia mostró un diario geolocalizado de Malte, si dormía, quién le llamaba y durante cuanto tiempo, pudieron ver todo a través de un smartphone, un teléfono que está en la gran mayoría de los consumidores.
Esta denuncia muestra cómo se consigue vigilar a las personas solo con los datos de un teléfono, ya sea en una manifestación o en cualquier otra actividad. Esta información se manda de forma inconsciente a servidores cada muy poco tiempo, el mismo que tarda un teléfono en conectarse a una torre de telecomunicación de Telefónica o Deutsche Telecom, como fue en el caso del político alemán.
Otra de las formas de vigilancia son las tarjetas de puntos de algunas cadenas, como Wal Mart, el gigante estadounidense de la distribución. Para hacerla se requería nombre y apellidos, ingresos, gastos, número de hijos, y por el uso se conocía el tiempo que pasaba de vacaciones fuera de la ciudad, o cuando se pone uno enfermo.
Ahora no es solo Wal Mart quien recaba esta información que después es vendida. Populares aplicaciones de smartphone y tablet exigen al usuario facilitar datos de geolocalización, un mail, y un sinfín de permisos más para poder usarlas. ¿Para qué quiere un juego conocer la ubicación exacta de un consumidor? La razón es poder obtener ingresos través de publicidad y venta de los datos personales facilitados voluntariamente por el consumidor. Se da así una hoja de antecedentes solo con datos personales.
Peirano pide a los consumidores dejar de facilitar estos datos a las empresas y utilizar programas de encriptación, como Tor. Son programas que disfrazan el sistema operativo del móvil, aunque son especialmente utilizados por aquellos amantes del software libre, como linux, conectando así con iOS, Windows y Android de forma anónima. A menudo, las reticencias a usar estos programas se debe a que son los mismos que utilizan los cyberterroristas y delincuentes, así como pederastas.