Begoña Rodrigo traslada La Salita al papel en «El sabor de la elegancia»

Begoña Rodrigo traslada La Salita al papel en «El sabor de la elegancia»

08 mayo, 2016
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Actualizado: 08 mayo, 2016 0:00
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Pilar Salas

Madrid, 8 may.- «Yo no he decidido ser cocinera. La vida lo ha hecho por mí». Son palabras de Begoña Rodrigo, la primera ganadora del programa televisivo «Top Chef», embajadora del producto valenciano en el restaurante La Salita, que cumple 11 años y que presenta en el libro «El sabor de la elegancia».

Su vocación era el ballet, en su familia la llamaban «señorita petit suisse» porque sólo comía yogures y a los 12 años tuvo que hacerse cargo de la panadería de su madre en Xirivella (Valencia) porque su hermano sufrió una meningitis. Más tarde trabajaría como teleoperadora, reponedora y camarera, y estudiaría Ingeniería Industrial.

Abrió dos negocios de pan y dulces en Valencia a los 18 años, antes de marcharse a Holanda, donde debutó en la cocina mintiendo en su currículum: dijo que era experta en cocina española cuando no sabía freír un huevo. Eso no le impidió hacerse cargo de los desayunos del Amsterdam Marriot Hotel, donde empezó a engancharse a la adrenalina culinaria.

Perfeccionista, trabajadora, tozuda y perseverante, ha construido su trayectoria profesional de forma autodidacta, a base de tesón, viajes, comidas y lectura. Todo ello, más algunas de sus creaciones más representativas en La Salita, están plasmadas en su primer libro «El sabor de la elegancia» (Montagud Editores).

«Para mí la elegancia es una forma de ser y de vivir. Los cocineros intentamos transmitir lo que vivimos a través de la platos. Elegancia es mi forma de entender la vida, me gusta rodearme de cosas bonitas», explica en una entrevista telefónica con Efe.

A lo largo de las 256 páginas de la obra, Rodrigo detalla una cocina que comenzó siendo muy viajera y es cada vez más valenciana. «Cocina global localizada», con la huerta y el mar de su región como principales fuentes de abastecimiento, con el garrafó (una legumbre autóctona) como ingrediente fetiche, con los emplatados en forma de tiara como sello personal y sin olvidar las influencias foráneas.

«Lo más fácil y satisfactorio es cocinar lo que tienes más a mano, pero siempre tienes que ser consciente de que lo que has visto fuera suma. Para mí es muy interesante haber viajado antes de fijarme en el producto local», dice quien sustituye la cayena del all i pebre (guiso de anguila y patata tradicional valenciano) por ají peruano porque es «un picante más agradable».

Así ha encontrado su identidad culinaria, regida por la libertad. «En la cocina y en mi vida hago lo que me da la gana. No cocino para nadie en especial ni para esperar complacencias, cocino lo que me gusta; pienso en el cliente pero no cocino para ser políticamente correcta», espeta sin cortapisas.

Ahora mira más a su territorio pese a que La Salita no está en Valencia por decisión suya, sino de su hermana, que impulsó un negocio de hostelería del que luego se retiró y que se convirtió en el restaurante de Begoña Rodrigo, hace ya 11 años.

«La idea era irme a Australia, en ese momento Valencia no estaba en mis planes para nada (…) Todavía pienso en una Salita en otro lado, pero no ahora, cuando sea más mayor», reconoce.

Por el momento se ha embarcado en un nuevo proyecto. Junto con su pareja y socio, el holandés Jorne Buurmeijer, ha comprado en Meliana (Valencia) una alquería de 10.000 metros cuadrados donde va a montar un huerto del que abastecer su restaurante, además de criar pollos, cabras y anguilas. «El sueño perfecto», sintetiza.

«En dos años queremos tener seis casitas para hacer turismo rural. No tendremos un restaurante como tal, pero sí haremos nuestro propio pan, tendremos un secadero y un ahumador de anguilas, cultivaremos principalmente guisante, garbanzo, haba, garrafón y con Héctor Molina (un innovador agricultor) recuperaremos semillas valencianas antiguas. También habrá un invernadero», anuncia a Efe.

Lo compaginará con el cuidado de su hijo y un ritmo de trabajo intenso, ya que cambia el menú de La Salita cada quincena. «Eso me da la chispa. Todos necesitamos tener una ilusión y ésta es la mía, me motiva. Sería incapaz de trabajar con el mismo menú seis meses», relata. EFE

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