Comer restos: jóvenes alemanes contra el despilfarro de alimentos

Comer restos: jóvenes alemanes contra el despilfarro de alimentos

24 abril, 2016
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Actualizado: 24 abril, 2016 0:00
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Paula Gómez de Tejada Espinosa

Berlín, 24 abr.- Los once millones de toneladas de alimentos aún comestibles que se tiran cada año en Alemania a la basura han suscitado variadas iniciativas en el país, con el fin de aprovechar los productos «feos» o a punto de caducar e incluso los restos que dejan los estudiantes en la bandeja de la cantina.

Según el último informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, alrededor de 795 millones de personas en el mundo -casi una de cada nueve- no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable y activa.

De éstas, 3,1 millones son menores de cinco años, cifra que, de acuerdo con Acción contra el Hambre, supone que 8.500 niños mueren al día por causas relacionadas con la desnutrición.

Estos datos llegaron hace tiempo a la conciencia de personas como el berlinés Raphael Fellmer, quien a principios de 2012 decidió crear un sistema de recogida de excedentes que, con el tiempo, creció y acabó llamándose «foodsharing.de».

Esta iniciativa puso en contacto a personas interesadas en rescatar «alimentos en un estado no vendible» y en recuperar excedentes de supermercados, panaderías, mercados, restaurantes o particulares.

«El objetivo es simple: concienciar a la gente sobre la cantidad de comida que se tira y que todavía se puede aprovechar», explica Fellmer a Efe.

Hace tres años comenzaron a colocar los alimentos «rescatados» en neveras y estantes, situados tanto en lugares públicos como en escuelas, empresas, iglesias y universidades.

La organización ya tiene en Alemania, Austria y Suiza cerca de 350 puntos solidarios, en los que más de 2.500 negocios de comida y varios miles de voluntarios, previamente registrados, dejan y cogen alimentos para compartirlos.

El proyecto se está expandiendo a España, donde ya hay dos neveras en funcionamiento, y también, a otros países, como Italia o la India, aunque no ha estado exento de trabas.

«En Berlín han cerrado una nevera porque dicen que no cumple con los requisitos sanitarios, pero ya se han recogido más de 30.000 firmas para reabrirla. Y en Murcia (España) también ha habido problemas», admite Fellmer, que lamenta que se quiera regular como un negocio algo que no lo es.

Más al sur, en Friburgo, el problema del despilfarro de alimentos ha dado lugar a un movimiento reivindicativo que, aunque por el momento sólo agrupa a unos cuarenta estudiantes, ha ocupado ya espacio en los principales medios del país.

Conocidos como «Bänderer», comen de las sobras que otros estudiantes dejan en las bandejas de la cafetería de la universidad.

«No es una cuestión de dinero, es una forma de reivindicación política», explicaba al diario «Badische Zeitung» Renate Heyberger, vicepresidenta de Studentenwerk de Friburgo, encargada de gestionar la cantina de la universidad.

Para este verano, el centro prevé ofrecer porciones de comida más pequeñas.

Frente a esta iniciativa, otros jóvenes han visto la forma de hacer negocio y demostrar que muchos productos rechazados son comestibles; lo hacen en el restaurante «Restlos Glücklich!» (Feliz sin restos) en Berlín.

Basándose en una idea danesa y gracias a la financiación colectiva, un grupo de amigos abrió este mes un local que utiliza productos que muchos establecimientos descartan por no cumplir con las normas estéticas.

El restaurante, que espera tener local propio el próximo mes de junio, abre viernes y sábados y elabora su menú dependiendo de los alimentos que reciben.

Ensalada de zanahorias fritas, verduras a la parrilla, papaya y picatostes; una sopa de boniato y jengibre con chips de hierbas o un pastel de arándanos con crema de granada son algunos de los platos que elabora el chef, Daniel Roick, de 27 años.

Con precios que oscilan de los 6 euros el plato a los 19 el menú completo, la recaudación va destinada a pagar al cocinero y a los encargados del restaurante, en el que trabajan varios voluntarios.

La administración mira a veces con recelo estas iniciativas, pero los ministros de Consumo de los «Länder» alemanes, reunidos en Düsseldorf, reconocieron esta semana la urgencia de dar pasos.

«Necesitamos una estrategia nacional para limitar el inmenso desperdicio de alimentos y además un organismo de coordinación a nivel federal», subrayó en un comunicado el presidente de turno de la Conferencia de ministros de Consumo, Johannes Remmel.

Es necesario actuar tanto por razones económicas y sociales como medioambientales, recalcó tras recordar que, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), alrededor de un tercio de todos los alimentos producidos en el mundo acaban en la basura. EFE

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