El cristal de Murano se resquebraja

El cristal de Murano se resquebraja

21 mayo, 2016
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Actualizado: 21 mayo, 2016 0:00
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Gonzalo Sánchez

Roma, 21 may.- Sobre la industria del cristal de Murano, elaborado desde el Medievo en Venecia, han surgido numerosas grietas que ponen en jaque su futuro, como la prolongada crisis económica o una serie de políticas que desde el sector tildan de desfavorables.

Murano es un conjunto de siete islas situado en la laguna véneta, a poca distancia de Venecia, y actualmente residen en su superficie alrededor de cinco mil personas.

Su nombre está asociado a uno de los cristales más afamados del mundo, elaborado en este extremo del Adriático desde hace siglos por los maestros artesanos, a quienes aún se puede ver trabajando este refinado material en sus talleres.

Con este cristal se elaboran toda clase de productos y objetos que después copan los escaparates de las tiendas de la isla, que han hecho de su producción su principal reclamo turístico, el verdadero motor de la economía lagunera.

Sin embargo, este sector ya no muestra el músculo que sacaba en épocas pasadas y en la actualidad encara una voraz crisis que ha provocado el cierre de numerosos talleres y tiendas.

La situación ha llegado a tal extremo que, el pasado martes, la Comisión de Actividades Productivas de la Cámara de los Diputados celebró una sesión para estudiar el estado de salud de este sector manufacturero típico de Venecia.

Al acto fueron invitados productores, vendedores y representantes sindicales que expresaron su preocupación ante «el arduo mantenimiento de la producción, la competencia desleal, los sobrecostes o las restricciones medioambientales».

Como conclusión, en la Comisión se detalló que en Murano operan actualmente 263 empresas manufactureras del cristal, un 10 % menos que en 2009, y el 90 % de las mismas es de «pequeñísimas dimensiones», según un comunicado de la patronal Confindustria.

En los últimos seis años, de acuerdo a dicho informe, han echado el cierre 125 talleres y ahora un total de diecisiete se encuentran en concurso de acreedores.

Los responsables de Confindustria culpan en primer lugar a la crisis económica, cuyas coletazos son aún perceptibles.

Pero sobre todo señalan a la recuperación de una serie de impuestos que las empresas venecianas no pagaron entre 1995 y 1997, que alcanzan los seis millones de euros y que ahora han debido desembolsar.

Esto, según Confindustria, «ha afectado a la estabilidad de algunas de las empresas de mayor dimensión» de esta isla.

Por otro lado señalan como responsables de este panorama a las obligaciones medioambientales de los talleres que, «al hacerse más férreos exigen cada vez la inversión de mayores recursos».

El presidente de Confindustria Venezia Rovigo, Matteo Zoppas, señaló en un comunicado que «la crisis general, la competencia, especialmente la desleal, y los sobrecostes de un contexto desagradable están provocando la muerte de las empresas de Murano».

Por esa razón reclamó en la Cámara de los Diputados que el Estado italiano otorgue a esta pequeña isla véneta la consideración de «Área de crisis no comprendida», que prevé medidas urgentes para el impulso de las zonas más perjudicadas por el desempleo.

Zoppas también propuso hacer de Murano una «Zona Franca Urbana», es decir, un área local de «dimensiones mínimas» donde se impulsan programas de reducción fiscal que favorezcan la creación de pequeñas y medianas empresas.

Por último subrayó la importancia de que la Unión Europea comprenda que «para salvar un patrimonio común hace falta un esfuerzo superior».

Por eso ha emplazado al Gobierno italiano a comprometerse con Bruselas para «establecer un periodo de adaptación más lento» a las normas sobre la productividad en el continente.

El presidente de esta organización industrial de Venecia señaló que, en caso de no actuar de inmediato, se corre el riesgo de «abandonar una tradición propia de Italia y un icono que constituye una de las atracciones turísticas de las ciudades de la laguna».

Por su parte, el responsable de los cristaleros de Confindustria, Lucio di Majo, reivindicó en un comunicado que la isla necesita «un horizonte temporal a medio plazo que permita la adecuación de las fábricas».

De este modo, según Di Majo, los empresarios y artesanos podrán reducir los costes, concentrar los talleres, aplicar las mejores técnicas y experimentar con nuevas técnicas con bajo impacto ambiental que cambien pero que no acaben con este emblema del «made in Italy». EFE

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