El Gobierno ‘tiene una especial sensibilidad’ con los colegios cerrados, pero ni una idea para conciliar

El Gobierno ‘tiene una especial sensibilidad’ con los colegios cerrados, pero ni una idea para conciliar

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, no sabe cómo se va a hacer posible la conciliación de la vida profesional y familiar con los centros educativos cerrados hasta septiembre
29 abril, 2020
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Actualizado: 29 abril, 2020 17:03
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Los centros educativos estarán cerrados al menos hasta septiembre, lo que supone un grave trastorno a muchos padres que no pueden conciliar vida laboral y familiar y que no pueden dejar a sus hijos con sus abuelos debido a la medidas de confinamiento de los mayores. Eso sí, el Gobierno, según Salvador Illa, ministro de Sanidad, «tiene una especial sensibilidad por esta materia», aunque ni una idea para resolverlo.

La improvisación del plan de desecalada del Gobierno queda patente en muchos temas que no tiene respuesta alguna por parte del Gobierno. Hoy, por ejemplo, el ministro de Sanidad ha dado buena muestra de ello dejando a nuevas órdenes que se dictarán las decisiones.

Preguntado, el ministro sobre cómo se va a hacer posible la conciliación de la vida profesional y familiar con los centros educativos cerrados ha vuelto a remitirse a las nuevas órdenes que se irán dictando. Pero ha subrayado que «todos los mecanismos que faciliten la conciliación y den respuesta a estas cuestiones serán recogidos y tenidos en cuenta por el Gobierno», que, ha dicho, «tiene una especial sensibilidad por esta materia», aunque ideas, pocas.

Preguntado sobre cuándo se podrá visitar a los familiares o a partir de qué edad se considera una determinada población de riesgo, Illa ha señalado que se concretará en la correspondiente orden sobre cada una de las fases y que se publicará en su momento. Tampoco tiene ni idea.

Preguntado por cuándo se podrá ir a la playa y en qué condiciones, Illa se ha remitido igualmente a futuras órdenes.

Eso sí, el ministro habla de un plan «dinámico, no es estático», que fija un horizonte de transición, entre seis y ocho semanas, con una visión «optimista», pero también permite retroceder si las cosas «no van como tienen que ir».

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