El Santo Potajero de La Bañeza cumple la tradición y reparte 4.000 raciones de garbanzos, arroz y bacalao
“Santo potajero, lléname el puchero; llénamelo más, que está por la mitad”. Con estas palabras, entonadas por los miembros de la Cofradía Nuestra Señora de las Angustias y Soledad de La Bañeza, acompañada por centenares de personas que asistieron a la celebración, la localidad leonesa revivió hoy una de sus tradiciones más queridas, la del ‘Santo Potajero’.
El ‘Santo Potajero’ supone una de las costumbres más peculiares de la Semana Santa bañezana, en la que la procesión de una pequeña imagen del Nazareno, sacada a hombros por los niños de la Cofradía, está sucedida de la vieja tradición de dar de comer a los pobres.
Así, este Miércoles Santo, la Cofradía cumplió un año más con la tradición y partió de la capilla de Nuestra Señora de las Angustias y la Soledad para recorrer las calles que la separan de la iglesia de El Salvador y, finalmente, regresar al lugar de origen, donde los asistentes se agolpaban a la espera del tradicional potaje de garbanzos y arroz, que además se acompaña de pan, porretas, pastas y naranjas.
Para su elaboración, la Cofradía requirió de 320 kilos de garbanzos, 75 de arroz, 220 de bacalao y 160 de porretas, así como de160 litros de aceite, 40 kilos de pastas y 400 barras de pan, que permitieron el reparto gratuito de 4.000 raciones. Todo ello se costea gracias a los donativos de los vecinos de la localidad, a los que se suman los de empresas como Legumbres Luengo.
El acto está declarado de Interés Turístico Provincial y en esta edición contó con la participación del vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, que, acompañado del alcalde de La Bañeza, Javier Carrera, que presidieron la comitiva institucional presente en la procesión, además de ser los encargados de repartir las primeras raciones.
“Bendice señor este gran potaje que la ciudad ha preparado para todos los amigos y que ojalá el año que viene se vuelva a repartir”, rezó el párroco de la capilla frente a las “perolas” de potaje, dando así su bendición al guiso, al que también se le entonó la canción del ‘Santo Potajero’. “Viva La Bañeza y viva el Santo Potajero”, concluyó.
El origen de la tradición se remonta al siglo XVII, cuando se creó la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, que repartía un caldo exclusivamente a los presos pobres de la cárcel. La Cofradía se encargaba de asumir los gastos y, en el supuesto de que no tuviera fondos, era el juez de la entidad el encargado de pagar de su bolsillo el desembolso que generara el potaje. Además, el juez debía desplazarse a la cárcel para contar el número exacto de comensales y preparar así la cantidad necesaria. Posteriormente se amplió el reparto a doce pobres de la localidad, que debían estar confesados y comulgados para recibir el potaje.