Citröen y la aventura, una alianza casi centenaria

Citröen y la aventura, una alianza casi centenaria

26 agosto, 2016
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Actualizado: 26 agosto, 2016 8:00
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Citröen y la aventura llevan unidos desde 1922, un periplo de casi cien años en los que han ido de la mano en expediciones como el «Crucero negro» o el «Crucero amarillo» y que han supuesto cruzar los continentes africanos y asiáticos.

Para Citröen, una marca fundada en 1919 por André Citröen, sumar hazañas y cruzar tierras vírgenes era el mejor modo de afianzar su imagen y de dotar de un aura de fiabilidad e imbatibilidad a su gama de vehículos.

Tres años después de su creación, el fabricante galo eligió el Sahara, que hasta entonces no se había atravesado en automóvil, para poner a prueba la mecánica y la tecnología de la marca.

Para asegurarse el éxito de la expedición, el fundador de la marca contrató a Adolphe Kegresse, un ingeniero militar francés que había estado al servicio del zar de Rusia y que había patentado un sistema que convertía a los vehículos en semiorugas capaces de enfrentarse sin problemas a las condiciones de la estepa.

Al frente de este desafío colocó a Georges-Marie Haardt, director General de Citroën y experto en blindados durante la Primera Guerra Mundial; a quien acompañó Louis-Audoin-Dubreuil, piloto de guerra y gran conocedor de cómo funcionaba un tanque, así como del Norte de África al haber sido oficial de las fuerzas coloniales francesas, en las que estuvo a cargo de los vehículos en expediciones como la Saoura-Tidikelt, en 1919.

Tras varios meses de preparativos, un equipo de 10 hombres y 5 vehículos Citroën-Kegresse, basados en el recién lanzado Citroën B2 10 HP, tomaron la salida en el oasis de Touggourt, Argelia, rumbo a la legendaria ciudad de Tombuctú, situada en el actual Mali.

Veinte días después y tras recorrer 3.500 kilómetros de desierto hostil y desconocido llegaron al Palacio del Gobernador en Tombuctú, donde entregaron un correo. El viaje de vuelta alcanzó Touggourt el 6 de marzo de 1923. Este recorrido de ida y vuelta fue recogido en un documental que se exhibió durante cuatro años en varios cines de París.

El carácter inconformista de André Citroën, azuzado por el entonces Presidente de la República Francesa, Gaston Doumergue, le llevó a una meta aún más ambiciosa, el Crucero Negro, que supuso atravesar el continente africano en automóvil, de Argelia a Madagascar.

Ocho autocadenas Citroën y sus remolques cargados de paquetes, avituallamientos y piezas mecánicas, se dieron cita en Colomb Béchar (sur de Argelia) el 28 de octubre de 1924, preparados para lanzarse hacia la árida región de Tanezrouft, «el país de la sed».

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Eran los primeros pasos de un raid de 24.000 kilómetros a través del Continente Negro. Al volante, una veintena de hombres comandados por Georges-Marie Haardt y Louis Audouin-Dubreuil.

Las dificultades no faltaron. Además de las enfermedades tropicales, hubo que luchar contra el terreno: trazar rutas a golpe de pico, fabricar balsas para cruzar ríos infestados de cocodrilos o puentes (el más largo de ellos llegó a medir 58 metros).

El 20 de junio de 1925, en medio de una multitud entusiasta de 60.000 malgaches, tres de los cuatro grupos formados en Kampala (Uganda), entraron en Antananarivo tras haber embarcado desde Mombasa (Kenia), Dar es Salaam (Tanzania) y Beira (Mozambique). El cuarto no se les unirá hasta finales de agosto, tras haber recorrido 5.000 kilómetros extra, para alcanzar Ciudad del Cabo (Sudáfrica).

La expedición fue recogida en 27 Kilómetros de película, 6.000 fotografías y dibujos y pinturas de Alexandre Iacovleff, que retratan la vida de los pueblos y etnias con las que se encontraron en su camino. En el apartado científico, se recogieron 300 muestras de plantas, 800 aves y 1.500 insectos, la mayoría de ellos desconocidos hasta entonces.

Citroën volvió a reunir al tándem Haardt-Audoin-Dubreuil para poner en marcha el Crucero Amarillo, el desafío de atravesar Asia, pasando por regiones tan extremas como el Himalaya o el Desierto del Gobi y con el apoyo de la National Geographic Society o el jesuita geólogo y palentólogo Teilhard de Chardin.

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Se crearon dos equipos («Pamir», que saldría desde Beirut (Líbano), y «China», que empezaría su periplo desde Tianjin) para recorrer más de 12.000 kilómetros por terrenos difíciles, a los que sumaron dificultades burocráticas como la prohibición de atravesar territorio soviético o la situación conflictiva en China.

La salida se tomó el 4 de abril y ambos grupos se encontraron en Urumchi, en el oeste de China, el 30 de noviembre. Finalmente, los intrépidos viajeros entraron en Pekín y en la leyenda el 12 de febrero de 1932.

Otras epopeyas organizadas por Citröen fueron la «Vuelta al Mediterráneo», en 1952 y con 2 CV; viajes a Tokio pasando por la India, la travesía de América de Alaska a Tierra del Fuego y, en 1960, la primera Vuelta al Mundo, en la que el plátano demostró ser un buen sustitutivo del aceite de la caja de cambios.

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