Escarrer, de Meliá Hotels, esgrime la ‘turismofobia’ para atacar al alquiler vacacional, competencia directa de los hoteles
El alquiler vacacional se ha convertido en un verdadero competidor de los hoteles en España, al que resta clientes y presiona los precios a la baja. Por ello, los hoteleros piden poner coto a ese sector y que mejor para ello que relacionarlo con los episodios de ‘turmofobia’ por el turismo masivo que vive España como hoy ha hecho el presidente ejecutivo de Meliá Hotels, Gabriel Escarrer
Escarrer califica de buena la temporada de verano, pero «hay ciertos nubarrones» sobre los que es preciso actuar, entre los que ha citado la turismofobia.
En un desayuno organizado por la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos (CEDE), Escarrer ha urgido a definir el modelo turístico a futuro y a poner límites a ciertas actividades no reguladas.
La turismofobia «nos debe alertar», ha dicho el máximo ejecutivo de Meliá, que cree que, entre las actividades que es necesario controlar, está el crecimiento desordenado del alquiler vacacional, que debe ser regulado.
Además, ha señalado otras acciones que es preciso erradicar, como la aparición de «supuestos» guías, los taxis piratas, las fiestas en barcos o las fiestas con dj en casas en Ibiza, que trabajan en la economía sumergida y «lastran la competitividad».
«Es preciso ser muy contundentes con estos temas porque nos pueden pasar factura a medio y largo plazo», ha concluido.
El presidente de Meliá considera que los trabajadores tienen claros sus derechos, pero no sus obligaciones
Escarrer ha afirmado que las dificultades para captar talento son más intensas en Europa que en Asia o el Caribe.
«Europa se ha instalado en el bienestar, que puede ser una rémora, porque la gente tiene claros sus derechos, pero no tanto sus obligaciones», ha dicho.
Ha destacado el fuerte aumento del absentismo laboral, que, según sus cifras, ha pasado en seis años del 4,2 % al 14,8 %, lo que supone un coste de 25.000 millones de euros.
«Ese desapego nos tiene que hacer replantearnos las cosas» porque resta competitividad. «Ese buenismo supone un lastre», ha advertido.