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Lactalis, una empresa opaca a imagen y semejanza de Emmanuel Besnier

Lactalis, una empresa opaca a imagen y semejanza de Emmanuel Besnier

26 enero, 2018
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Actualizado: 26 enero, 2018 11:31
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Lactalis, propietaria de marcas tan reconocidas como Puleva, President, Ram, Chufi, Flor de Esgueva, Gran Capitán, Don Bernardo, El Ventero, El Castillo, Galbani, Sofi y batidos como Nesquik o Nesscafé shakisimo, se ha forjado con la misma opacidad de su dueño, Emmanuel Besnier.
El caso de Besnier es inédito, ya no solo por la máxima discrección que lleva a cabo en su negocio, sino también en su vida privada. Pese a ser una de las grandes fortunas del mundo, tan solo se conoce una fotografía fechada hace más de una década. La empresa lleva al menos el mismo tiempo sin publicar las cuentas pese a las sanciones, que alcanzan el 2% de su facturación diaria. Cabe recordar que Lactalis tiene a un alto directivo como vicepresidente en el mismo tribunal que le exige la publicación de sus cuentas.
Tan sólo ha dado la cara dos meses después del escándalo de la salmonela, la misma cepa que fue detectada en 2005, según la investigación de Instituto Pasteur. Desde el pasado diciembre, el grupo se enfrenta a una crisis por la contaminación de salmonela en productos infantiles, un hecho que le puede pasar a una empresa de alimentación y más dedicada al sector lácteo. «Me critican por no haber hablado de forma natural, somos una empresa discreta«, afirmó recientemente Besnier para tratar de justificar su silencio.
El líder de Lactalis permanece invisible, tal y como hace con la propia compañía y su no publicación de cuentas, pese a facturar más de 17.300 millones de euros al año. Besnier salió a la palestra en una entrevista concedida a Sunday Journal, sus primeras declaraciones públicas tras varios meses de investigación por la salmonela.
La única fotografía disponible para el programa ‘Cash Investigation’, que ha levantado la alfombra para averiguar que se esconde tras el entramado empresarial, data de 2007.  De hecho, el equipo de comunicación de Besnier obliga a salir a los periodistas cuando éste va a estrechar la mano a algún invitado. En caso de encontrarse en un mismo acto con periodistas, los esquiva negándose a hablar con ellos, como ocurrió el pasado 27 de junio en un acto organizado por el Ministerio de Agricultura de Francia. «Intentamos interrogarlo en el patio», asegura Jean-Baptiste Renaud, quien ha estado escudriñando el imperio lácteo en el último año. «El coche fue conducido por su director de comunicaciones porque está vinculado a un pequeño círculo de parientes», y la ventana de su vehículo estaba cerrada.
No era la primera vez que trataba así a la prensa. En 2011, un periodista de Challenges se llevó el chasco en un tren entre Laval, sede de Lactalis y del tribunal que le obliga a publicar sus cuentas, y París. «No soporto los artículos de prensa recientes que se centran en mí», afirmó entonces el CEO de Lactalis.
La estrategia de comunicación de Lactalis ha vuelto a mostrar su seña de identidad con el caso de la salmonela: opacidad, silencio y sin dar explicaciones convincentes. «Esto es realmente la consecuencia de la estrategia de comunicación de Lactalis durante años», ha asegurado Jean-Baptiste Renaud. Es la octava fortuna de Francia, con un patrimonio calculado en 9.200 millones de euros, y solo aparece solo una vez en su web.

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