Renault no descarta cierre de fábricas y despidos tras el desastroso 2019 y las malas previsiones para 2020
Los malos resultados de Renault en 2019, con las primeras pérdidas en 10 años y unas perspectivas nada halagüeñas para 2020, han llevado al grupo francés a anunciar un tijeretazo de al menos 2.000 millones de euros en tres años en su estructura, sin que se descarte que eso suponga el cierre de plantas de producción.
«No excluimos nada», ni siquiera poner el cerrojo a fábricas en Francia, afirmó este viernes la consejera ejecutiva interina Clotilde Delbos, cuando se le planteó esa posibilidad en la presentación de los resultados anuales.
Delbos no quiso entrar en detalle porque aunque hay algunas ideas encima de la mesa «no están suficientemente maduras» y primero se van a discutir con los otros miembros de la alianza, Nissan y Mitsubishi, con la intención de fijar unas primeras directrices en mayo.
Además, el actual equipo directivo que debe asegurar la transición hasta la llegada en julio del nuevo «número uno», Luca de Meo, no puede atar totalmente de pies y manos al ejecutivo italiano con un plan de ajuste en el que no haya podido intervenir.
Pero Delbos advirtió de que tampoco podían quedar de brazos cruzados hasta entonces, que se van a revisar todos los costos de estructura, incluidas las implantaciones industriales y activos que no se consideren estratégicos, y que nadie puede pensar que los 180.000 empleados del grupo no se verán afectados.
Una forma de enviar un mensaje a los mercados. El hecho es que mientras las acciones de Renault llegaron a bajar un 4,5 % poco después de abrir la Bolsa de París cuando se conocieron los resultados de 2019, dos horas después subían más del 2,85 % una vez que la consejera delegada había dejado caer sus planes de recortes con posibles reducciones de empleo.
En el trasfondo de todo están los 141 millones de euros de pérdida que Renault tuvo el pasado año, después de los 3.302 millones de beneficio en 2018, con un margen operativo del 4,8 % de la facturación, en lugar del 6,3 %.
Pero sobre todo las pobres expectativas para 2020, cuando la empresa espera que el margen operativo caiga todavía más, al 3-4 %, en un contexto de mercado muy complicado, ya que se prevé que las ventas mundiales de coches bajarán, y lo harán al menos un 3 % en Europa, su principal mercado, y otro tanto en Rusia, que es también un país muy importante para el grupo del rombo.
Y eso sin contar el posible impacto de la epidemia del coronavirus en China, por ahora imposible de evaluar, pero que ya ha provocado el cierre durante cuatro días de la planta surcoreana de Busan por problemas de aprovisionamiento de piezas, que debe volver a funcionar la semana próxima.
El largo túnel que atraviesa su alianza con Nissan y Mitsubishi desde la caída en noviembre de 2018 del que fue su creador y máximo dirigente, Carlos Ghosn, por múltiples escándalos judiciales, es uno de los grandes retos de Renault.
Su responsable ejecutiva aseguró que no hay ninguna discusión sobre cambios en el accionariado cruzado de la alianza, insistió en que «las tres compañías la necesitan» y en que el proceso de mayor integración en el que están trabajando ahora, por ejemplo con la idea de un solo equipo común para cada tecnología, empezará a dar frutos a partir del próximo año.
Igualmente dijo que el mayor desafío para Renault este año es la nueva reglamentación europea sobre contaminación que obliga a los fabricantes a cumplir unos objetivos de reducción de emisiones bajo la amenaza de multas multimillonarias.
A su juicio, su compañía puede afrontarlo con una gama en la que, a la nueva generación del Zoe (se han vendido 10.000 unidades de este modelo en Europa en enero) se va a sumar en la segunda mitad del año la versión eléctrica del Twingo, así como dos híbridos enchufables (el Captur y el Megane).
El objetivo es que esas dos tecnologías supongan este ejercicio un 10 % de las matriculaciones de Renault, frente al 2 % de eléctricos en 2019.