Familias de trabajadores de planta siniestrada, en vilo por falta de datos
Édgar Ávila
Coatzacoalcos (México) 21 abr.- La explosión registrada en un complejo petroquímico en el estado mexicano de Veracruz provocó la movilización ciudadana en torno a los familiares de las víctimas de la tragedia, que están desesperados por la falta de información.
La hermandad en el sector petrolero del sur de México se desbordó tras el estallido ocurrido por una fuga en la planta Clorados 3 del complejo conocido como Pajaritos, que dejó de manera preliminar 13 muertos, 18 desaparecidos y 136 heridos.
Decenas de personas que esperan noticias sobre los heridos se arremolinan a las puertas de los hospitales públicos de Coatzacoalcos, mientras que quienes tienen a un familiar desaparecido se concentraron a las afueras del complejo, donde los peritos ya trabajan en la identificación de las víctimas.
La poca información que se ofrece sobre la condición de los lesionados y el número exacto de fallecidos mantienen a punto del colapso a los familiares.
Varios de ellos, armados con palos y piedras, intentaron linchar a miembros del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) que pasaban en dos vehículos de lujo frente a la planta siniestrada, a quienes reclamaron la falta de apoyo en medio de la tragedia.
Uno de los vehículos logró huir de la zona con los cristales rotos, pero el segundo fue apedreado y sus neumáticos desinflados.
Más tarde otro grupo, después de horas de espera en las inmediaciones del complejo que Petróleos Mexicanos (Pemex) tiene en sociedad con la empresa Mexichem, se enfrentó con miembros del Ejército y la Marina al intentar ingresar a las instalaciones para conocer la suerte de sus seres queridos.
A empujones y lanzando botellas de agua a los soldados, los familiares de los desaparecidos exigían a gritos información e ingresar al complejo para identificar los cuerpos hallados en la zona, pero al cabo de cinco minutos las fuerzas castrenses lograron detener a la multitud.
En las inmediaciones de los hospitales locales los familiares de los heridos han soportado durante horas temperaturas superiores a los 30 grados con la ayuda de vecinos solidarios que se han acercado para consolarlos y darles alimento.
En las calles se improvisaron campamentos con sillas y alimentos donados por organizaciones civiles y por personas que regalan desde agua hasta tortas (emparedados) a los familiares de las víctimas.
El silencio de la tragedia de vez en cuando se rompe en el momento en que enfermeras llaman a familiares de los lesionados, cuyos nombres se replican de voz en voz hasta que llegue al indicado.
«¡Familiares de Roberto Primo!», se escucha a lo lejos, y las personas repiten la misma frase una y otra vez: «¡Familiares de Roberto Primo!», «¡Familiares de Roberto Primo!» … hasta que aparece la madre o el padre.
Josefa Antonia, presidenta del voluntariado de la Clínica 36 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), se mueve de un lugar a otro para repartir agua, tortas, fruta y todo lo que necesite la gente.
La tragedia «les movió el corazón, es algo que no sucede con frecuencia y esperemos que no vuelva a suceder. La población ha abierto el corazón para apoyar a sus hermanos en desgracia», relata a Efe mientras las lágrimas recorren su rostro.
Con el alma rota, agradece que la sociedad se haya volcado para ayudar a sus compañeros petroleros. «Todo está saturado con donaciones, tenemos cubierto el desayuno, comida y la cena con el apoyo de la ciudadanía», dice orgullosa.
Rodeada de estudiantes de enfermería de la universidad pública, quienes llegaron al lugar para ayudar, Josefa Antonia asegura que los heridos están siendo atendidos muy bien.
«Si se les diera mantenimiento a nuestras industrias, la gente estaría segura, desgraciadamente no es eso», suelta con coraje y la voz quebrada.
A los hospitales llegaron las autoridades para pedir a aquellos que tuvieran familiares desaparecidos que se desplazaran hasta el complejo petroquímico.
«No lo creemos hasta verlo, tenemos la esperanza que esté quemado, pero vivo, hasta que lo veamos», dice un hombre ataviado con un mono naranja, característico de los trabajadores de las empresas privadas que brindan servicio a la estatal Pemex.
Se refiere a Julián Rodríguez, quien trabajaba en «andamios» cuando ocurrió el siniestro y desde entonces nada saben.
«Es muy desesperante, estamos desde ayer, desde que pasó vinimos para acá, pero no hay nada», dice mientras se acerca a la entrada de Pajaritos para lograr que alguno de sus familiares ingrese y reconozca a Julián entre los cuerpos quemados y destrozados por la onda expansiva. EFE