Sara Anguera. Con la llegada del verano, millones de hogares en España se preparan para una nueva ola de calor, y con ella, un repunte del consumo eléctrico. La necesidad de mantener las viviendas frescas frente a temperaturas cada vez más extremas conlleva un uso intensivo del aire acondicionado, ventiladores y otros sistemas de refrigeración. Como consecuencia, las facturas de la luz se disparan justo en el periodo del año en que los recursos renovables deberían facilitar un respiro al bolsillo. Sin embargo, este 2025, la situación del sistema eléctrico nacional complica aún más el panorama.
Aumento estacional del consumo de la luz
Los datos de la Red Eléctrica de España (REE) confirman que, en los últimos años, el consumo de luz en los meses estivales ha aumentado un 4 % respecto al invierno. Aunque los días son más largos y se reduce el uso de iluminación artificial, el esfuerzo por mantener interiores frescos tiene un coste energético importante. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), la demanda media de un hogar puede incrementarse hasta en 300 kWh adicionales durante el verano.
Este incremento se traduce, inevitablemente, en un impacto económico directo. La subida de la factura es un hecho habitual por estas fechas, pero este año se ve agravada por las condiciones del sistema eléctrico y los efectos del apagón sufrido el pasado 28 de abril.
El apagón que deja consecuencias
El apagón de abril, aunque puntual, ha generado un efecto dominó. Las autoridades aún investigan las causas exactas del incidente, pero lo cierto es que desde entonces la REE ha tomado medidas para reforzar la estabilidad del sistema. Una de las más significativas ha sido reducir el peso de las energías renovables en momentos clave, debido a su menor capacidad para modular la frecuencia eléctrica. En su lugar, se está recurriendo con mayor intensidad a fuentes como el gas natural, la hidráulica y la energía nuclear, todas ellas más costosas.
Para garantizar el suministro en cualquier escenario, REE ha intensificado el uso de los servicios de ajuste, un mecanismo que obliga a mantener operativas ciertas centrales eléctricas incluso cuando no están generando energía de forma efectiva. Estas plantas reciben una compensación económica por estar en reserva, un coste que se transfiere a las comercializadoras y, en última instancia, al consumidor.
Uno de los datos más preocupantes es el coste medio de estos servicios de ajuste. Este se ha triplicado en mayo, alcanzando los 0,035 €/kWh, el nivel más alto registrado hasta la fecha.
La paradoja de un mercado barato que no se refleja en la factura de la luz
Mayo registró uno de los precios mayoristas más bajos de la historia reciente (14,48 €/MWh), gracias a una alta producción renovable. No obstante, la factura media de un hogar con tarifa regulada (PVPC) subió un 1 %, situándose en 60,44 euros frente a los 58,62 euros de abril. Este aumento no responde al precio del mercado diario, sino al encarecimiento de los servicios de ajuste y a la nueva metodología del PVPC, que da más peso a los mercados de futuros.
A ello se suma que, en el mercado libre, muchas comercializadoras no contemplan en sus coberturas los servicios de ajuste, lo que podría derivar en futuras subidas de precios, incluso en contratos ya firmados. Las mejores ofertas comienzan a encarecerse, en previsión de que estos costes adicionales se mantengan.
Un verano fresco no tiene por qué ser más caro
A pesar de este contexto, existen formas de reducir el impacto del calor en la factura de la luz. Desde Podo, se proponen una serie de prácticas que pueden hacer del verano una estación más llevadera para nuestro bolsillo y más sostenible para el planeta:
- Ajustar la climatización: mantener el aire acondicionado a 24 °C es eficiente y saludable.
- Aislar bien el hogar: con ventanas de doble acristalamiento y cortinas que bloqueen el sol directo.
- Ventilación natural: aprovechar las primeras y últimas horas del día para refrescar la casa.
- Uso eficiente del aire: enfriar solo las habitaciones ocupadas y apagar los dispositivos cuando no se usen.
- Optimizar la potencia contratada: revisar si se puede reducir la potencia fija del contrato.
- Desenchufar aparatos en desuso: evitar el “standby” que genera consumo invisible.
- Invertir en eficiencia energética: elegir electrodomésticos de clase A o B.
- Apostar por tecnología LED: consumen menos y generan menos calor.
- Valorar alternativas al aire acondicionado: como los ventiladores de techo, que consumen un 90 % menos.
El verano de 2025 se presenta como un reto para el sistema eléctrico español y para el bolsillo de los ciudadanos. La combinación de una alta demanda, un contexto de tensión en la red tras el apagón y el uso reforzado de tecnologías más caras amenaza con hacer que mantener una temperatura confortable en casa se convierta en un lujo.
Garantizar la estabilidad de la red es esencial, pero no puede convertirse en una vía libre para el encarecimiento estructural del servicio. Mientras tanto, el consumidor debe estar más informado que nunca y buscar alternativas inteligentes para ahorrar. El verano no tiene por qué traducirse en una factura inasumible, pero exige planificación, eficiencia… y vigilancia constante de la evolución del mercado.