Francisco Brines percibe hoy una poesía cargada de «libertad absoluta»

Francisco Brines percibe hoy una poesía cargada de «libertad absoluta»

14 junio, 2016
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Actualizado: 14 junio, 2016 0:00
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Valladolid, 14 jun.- Una poesía repleta de «libertad absoluta en todos los terrenos para expresar ideas y sentimientos» percibe en la actualidad Francisco Brines, miembro de la Generación del 50, a diferencia de la época en la que él despertó como poeta y en la que había que luchar contra «el orden religioso y político».

«Francamente hoy corren buenos tiempos para la poesía con varias generaciones que están escribiendo, y además la libertad es absoluta en todos los terrenos para expresar ideas y sentimientos porque afortunadamente vivimos en una época en que la tolerancia es mucho más viva y abundante que la intolerancia», ha declarado Brines (Oliva, Valencia, 1932) a los periodistas.

Ha sido en Valladolid, esta tarde, antes de participar en una mesa redonda programada dentro de la 49ª Feria del Libro, donde ha firmado numerosos ejemplares de su obra y se ha dejado fotografiar por lectores y curiosos que le han rodeado en la Plaza Mayor de la capital.

De 1960 data la publicación de su primer poemario, «Las brasas», galardonado con el Premio Adonais en una época donde en España «había una dictadura tanto en el orden religioso como en el religioso, y no se podían decir las cosas como se pensaban o sentían».

Sólo los lectores más avezados podían desentrañar el mensaje sepultado bajo «imágenes o lecturas ocultas, pero eso ahora ya no ocurre», ha evocado este autor cuya obra ha sido distinguida con los principales premios poéticos de las letras hispanas, entre ellos el Nacional de Literatura, el Nacional de la Crítica y, hace poco más de cinco años, con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.

Ni antes ni ahora, la calidad del poeta se medía por las dificultades a la hora de expresarse libremente, ha matizado Francisco Brines, quien reparte su residencia entre Madrid y su casa en Oliva (Valencia), «en el campo y con el mar al fondo».

Casi seis décadas contemplan al autor de «Palabras a la oscuridad» (1966), «Poemas excluidos» (1995) y «La última costa» (1995), objeto de una reciente antología que le ha permitido asomarse a ese amplio itinerario «sin ningún reparo en cuanto a realización poética».

Brines lo ha explicado al recordar que su primer poemario vio la luz cuando él tenía cerca de treinta años, «no era ya un adolescente sino que era adulto y estaba formado», ha subrayado.

Una encuesta realizada por los coordinadores de esta antología, sobre las preferencias de poemas suyos, ha dado como resultado en primer lugar una composición de uno de sus últimos libros, y en siguiente una de su segundo, «El santo inocente» (1965), «lo cual quiere decir que no hay una diferencia de calidad grande» en todo el recorrido.

«Procuro no publicar ningún poema del que no estoy satisfecho», ha reflexionado antes de recordar que cuando ve la luz «ya no es mío sino del lector», una figura a quien Francisco Brines atribuye un papel primordial en la construcción del mismo, ya que «al igual que ocurre con una partitura dependiendo de quién la interprete, puede resultar una obra de arte o una pesadilla».

Una obra «la hace importante el lector suponiendo que el texto tenga capacidad para serlo», ha concluido. EFE

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