¿La India, ante la ofensiva final contra los maoístas?

¿La India, ante la ofensiva final contra los maoístas?

08 abril, 2016
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Actualizado: 08 abril, 2016 0:00
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Moncho Torres

Nueva Delhi, 8 abr.- La India quiere acabar con la amenaza interna que supone la guerrilla maoísta con una ofensiva militar que es criticada por defensores de los derechos humanos y de la que dudan quienes no creen que acabe con las causas que hicieron surgir a este grupo insurgente.

La «Misión 2016» de las fuerzas de seguridad indias se ha propuesto expulsar este año a la guerrilla «naxalita», que busca imponer una revolución agraria de corte maoísta, de su principal bastión situado en la región selvática de Bastar, en el estado de Chhattisgarh (este).

«Hemos lanzado operaciones masivas contra los naxalitas y en los últimos dos meses se han puesto a la defensiva», dijo a Efe D.M. Awasthi, jefe de las operaciones policiales contra la guerrilla en Chhattisgarh.

Según datos oficiales y del Portal de Terrorismo del Sur de Asia, en lo que va de año han muerto al menos 74 maoístas por choques con las fuerzas de seguridad, lo que contrasta con los 63 de todo 2014, los 89 del año pasado o los 172 de 2010, el más sangriento de todos.

Pero organizaciones defensoras de los derechos humanos y periodistas han denunciado que la campaña militar en la región ha venido acompañada de niveles de violencia «no vistos antes».

Las fuerzas de seguridad «están planeando algo mucho más grande y no quieren testigos», aseguró a Efe Isha Khandelwal, abogada y una de las fundadoras del Grupo de Apoyo Legal de Jagdalpur (JagLAG, por sus siglas en inglés), que defiende en los tribunales a víctimas de la violencia o a aldeanos acusados «falsamente» de ser maoístas.

El «problema de ley y orden» es tan alto en Bastar que, según un estudio de la organización hecho entre 2005 y 2013, un 96 % de los casos por vínculos con los maoístas acaban en absolución, pero solo después de que los acusados hayan pasado entre 3 y 6 años presos.

Según JagLAG, las presiones policiales les han llevado a abandonar Bastar, como ya hizo la periodista Malini Subramaniam, que huyó después de que unos manifestantes apedrearan su casa, o los arrestos de otros tres reporteros: Santosh Yadav, Somaru Nag y Prabhat Singh, quien aseguró además haber sido torturado, de acuerdo con la organización Amnistía Internacional.

El movimiento maoísta comenzó su andadura a finales de 1960 tras una revuelta contra unos terratenientes en el pueblo de Naxalbari -de ahí su nombre-, en el estado oriental de Bengala, y mantendría un nivel muy bajo hasta finales de los años 80 del siglo pasado.

Fue a partir de esa época cuando la influencia de los naxalitas comenzó a crecer hasta lograr entre 2005 y 2007 estar presentes en un tercio del país, concretamente en el llamado «cinturón rojo» que atraviesa la India de norte a sur.

La clave del éxito maoísta está en «haber difundido una ideología que es relevante para una amplia cantidad de gente», señaló a Efe Bibhu Prasad Routray, analista especializado en el movimiento naxalita y subdirector entre 2009 y 2010 del Departamento de Seguridad Nacional del entonces primer ministro Manmohan Singh.

Por primera vez las comunidades más desfavorecidas de estas regiones, sobre todo los aborígenes, percibían que alguien luchaba por sus derechos, al tiempo que los defendían de compañías mineras que querían explotar sus tierras.

«Coge un mapa de la India que muestre donde están los recursos naturales, otro que muestre las regiones indias extremadamente pobres y luego un tercero que señale el llamado cinturón rojo, finalmente los superpones y te sorprenderá ver que coinciden», indicó a Efe el periodista indio Rahul Pandita, autor del libro sobre el movimiento maoísta «Hello, Bastar» (2011).

Por eso, tanto el Gobierno indio como analistas comparten la necesidad de compaginar el uso de la fuerza con el desarrollo de las zonas marginales.

Un desarrollo que, según denunció el Gobierno en su último informe sobre la guerrilla, rechazan los maoístas, «para mantener a la población marginada en sus áreas de influencia y perpetuar así su anacrónica ideología». EFE

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