La industria agroalimentaria confía en la bioeconomía para lograr más empleo y de calidad

La industria agroalimentaria confía en la bioeconomía para lograr más empleo y de calidad

Cajamar, Itacyl y Cartif celebran en Valladolid un foro sobre esta actividad
23 septiembre, 2021
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Actualizado: 23 septiembre, 2021 19:24
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Directivos de empresas agroalimentarias de Castilla y Léon, como Campofrío, Grupo Entrepinares, Galletas Gullón y Grupo Matarromera, defendieron hoy la bioeconomía como una forma de generar, además de un entorno más sostenible tanto económica como social y medioambientalmente, “más empleo y de mejor calidad” en la Comunidad.

Así lo explicó, en declaraciones a Ical, el director corporativo y responsable de Responsabilidad Social Corporativa de Galletas Gullón, Francisco Ramón Hevia, minutos antes de participar en el Foro de Bioeconomía de Valladolid organizado por Cajamar Caja Rural con la colaboración de Itacyl y el Centro Tecnológico CARTIF.

“Pensamos que la bioeconomía es la evolución natural de las cadenas de valor agroalimentarias, ya que incorporan las eficiencias en la gestión del capital natural, que va a generar eficiencias en el capital económico, y porque va a permitir tener una naturaleza mejor cuidada y la generación de riqueza a nuestro alrededor”, afirmó Hevia.

De hecho, este “cambio de paradigma fundamental” que implica que la compañía “gestiona muchos otros capitales, aparte del económico”, genera un “mejor empleo y de más calidad”, además de la “sostenibilidad de las industrias ya instaladas” en la Comunidad, hasta el punto de que “las que no sean capaces de dar el paso, irán perdiendo competitividad e irán desapareciendo”.

En el caso concreto de Gullón, el cambio de paradigma ha conllevado “utilizar lo menos posible y que los cultivos sean lo más eficientes” para que, desde que un kilogramo de materia entra en la fábrica hasta que sale la galleta, “se tire lo menos posible”, con reutilizaciones que generan subproductos de alimentación animal y que implican la unión a “otros procesos, minimizando el desperdicio alimentario”.

También en alimentación se ubica el caso de “éxito” de Campofrío en materia de bioeconomía, que el director de Ingeniería de Sigma Europa de la compañía, Benito Tapiador, explicó a Ical poco antes de participar en el Foro de Bioeconomía de Valladolid. Un proceso por el que, a través de terceras empresas, se gestionan los subproductos y residuos que genera el matadero de la compañía en Burgos para convertirlos en biogas, que se reutiliza en las instalaciones de Campofrío para “la generación de vapor y calor en nuestra planta”.

Se trata de un aprovechamiento de “lo que antes eran desperdicios, residuos y subproductos” que permite reducir el precio de la energía de la planta, “teniendo en cuenta el precio del gas natural como combustible”, para ser así más competitivo, además de generar otros subproductos que “se pueden comercializar a terceras empresas para reportar un beneficio”.

Y es que, según Tapiador, “bien aplicada, pensada y gestionada, la bioeconomía es fundamental a medio y largo plazo”, con un potencial “importantísimo” que, según el director de Ingeniería de Sigma Europa de Campofrío, “debe ser aprovechado dentro de Castilla y León por sus empresas” a través de estrategias que tengan en el centro la bioeconomía.

Pero si la bioeconomía es parte fundamental de lo que se ha dado en llamar economía circular, el Grupo Matarromera expuso en el Foro de Bioeconomía de Valladolid un concepto aún más novedoso como es el de la economía esférica, donde se unen procesos circulares de aprovechamiento en agua, energía o uva para trascender el mundo del vino y llegar a la cosmética o la industria agroalimentaria.

Su presidente, Carlos Moro, explicó a Ical que todo comenzó en 2004 cuando, junto a CARTIF, iniciaron un proyecto integrado de desarrollo sostenible en la bodega Mina, con sistemas de producción de energía solar fotovoltaica, la primera caldera de biomasa en una bodega, la diversificación del uso de la uva y la extracción de los ponifenoles para reutilizarlo en otros procesos además del vino.

Su éxito llevó al Grupo Matarromera a crear ‘startups’ propias dentro del grupo para “aprovechar estos productos desde la sostenibilidad” y a extender el concepto de la economía circular primero, y la bioeconomía después, “al resto de la Comunidad y sus empresas”, demostrando que “estos proyectos tienen interés y son enormemente importantes y necesarios para el desarrollo de la economía de Castilla y León”.

Pero que además eran rentables, como continuó esgrimiendo Moro, puesto que cuando iniciaron el proyecto de la bodega Emina “tuvimos que hacerlo por propia concepción empresarial, porque si no era rentable, no se podía continuar”, de manera que su éxito confirmó “la creencia de que se puede compatibilizar la sostenibilidad ambiental con la económica” y de que la economía esférica “es un concepto valiosísimo y enriquece”.

En la misma línea se mueve el proyecto que el Grupo Entrepinares desarrolla en su fábrica Proláctea, cuyo director, Alberto Ballestero, explicó a Ical que lo que hacen es “coger el 80 por ciento de líquido que queda en la producción del queso, secarlo y convertirlo en polvo que mantiene los nutrientes, aumenta la vida útil del producto y permite usarlo para la fabricación de piensos, galletas y embutidos”.

Ese aprovechamiento, fundamental en la bioeconomía, permite además a Entrepinares comportarse como empresa tractora de otras pequeñas queserías que pueden ahorrar costes con el procesamiento de este producto al que se da “una nueva vida” y que permite además “quitar un elemento muy contaminante de la naturaleza”, poniendo con ello “en valor el mundo agrario” y facilitando la salida de un subproducto que, como en el resto de casos de éxito de las cuatro empresas castellanoleonesas, permite generar riqueza y empleo en Castilla y León.

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