La OCDE señala la desigualdad y la productividad como retos de Latinoamérica
París, 19 ene.- Latinoamérica sigue siendo una región que, pese a las correcciones desde comienzos de siglo, presenta un elevado grado de desigualdad de ingresos, lo que junto a los pobres resultados en productividad constituye uno de los grandes frenos para reducir su brecha con el mundo desarrollado, según la OCDE.
En un documento de síntesis sobre diferentes estudios dedicados a Latinoamérica publicado hoy, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) subrayó la necesidad de proceder a reformas estructurales en un momento en que la región sufre un revés en su evolución económica, en parte por la caída de las materias primas.
El secretario general de la organización, Ángel Gurría, destacó que los gobiernos de la región afrontan «el reto de colocar sus economías en una senda de crecimiento más firme, equitativo y sostenible, por medio de reformas estructurales integrales que permitan acelerar el crecimiento de la productividad y al mismo tiempo mejorar la cohesión social».
Gurría enumeró «reformas prioritarias en cinco ámbitos»: el capital humano, el mercado de trabajo, el ambiente de negocios, la innovación y las infraestructuras.
La OCDE hizo notar la inflexión que se ha producido en el ciclo económico, ya que se ha pasado de un crecimiento medio del producto interior bruto (PIB) superior al 3 % en el periodo 2000-2013 a apenas un 1 % en 2014 y a «una ligera contracción» en 2015, seguida de «una expansión modesta» este ejercicio.
Esa fuerte expansión, que ha quedado atrás, había aliviado en muchos casos las presiones para que los países llevaran a cabo las reformas estructurales e inversiones necesarias que sentaran las bases de una prosperidad, reconoció.
Durante esos años, y al contrario de la tendencia mundial, la desigualdad en ingresos disminuyó en muchos países latinoamericanos gracias a «medidas innovadoras» como el programa Bolsa Familia en Brasil.
De esa forma, la pobreza extrema se redujo en los 14 primeros años del siglo en la región del 29 al 16 % de la población y la moderada del 17 al 14 %.
Pese a todo, esa desigualdad sigue siendo en Latinoamérica un 65 % superior a la de los países de ingresos altos, un 36 % mayor que en Asia oriental y un 18 % más elevada que en el África subsahariana.
A ese respecto, los autores del estudio señalaron que «las desigualdades en el acceso a una educación de calidad y a oportunidades de desarrollo de competencias generan una inmensa pérdida de talento potencial y contribuyen» a la fractura social, un fenómeno «agudizado» por la baja redistribución de los recursos.
Gurría aseguró que «invertir en educación, competencias y formación continuas será fundamental para mejorar la productividad del trabajo y ampliar las oportunidades económicas».
Asimismo, añadió que facilitar la entrada de más empresas y trabajadores a la economía formal puede mejorar las condiciones salariales y de trabajo, pero también «ayudar a cerrar las enormes brechas de productividad que existen entre las pymes y las grandes empresas».
En paralelo, la OCDE consideró que mejorar la calidad del empleo no es solo importante para el bienestar de los trabajadores, sino que también eleva su productividad.
Porque pese a las fuertes tasas de incremento del PIB que se dieron hasta 2014, eso fue «apenas suficiente para seguir el ritmo de las economías avanzadas e insuficiente para reducir significativamente la brecha en los niveles de vida».
Una parte del «decepcionante» resultado de la productividad en Latinoamérica es consecuencia del «bajo rendimiento» de la inversión tanto en capital físico como en activos intangibles.
En concreto, para la OCDE los países latinoamericanos están «rezagados» respecto a otras economías emergentes en el gasto en innovación y desarrollo (I D) y en innovación, además de sufrir deficiencias en infraestructuras digitales y de transporte que obstaculizan la integración de la región en las cadenas de valor mundiales. EFE