Querido hijo, ¿conoces tus obligaciones? Te las voy a contar, desde el punto de vista legal

Querido hijo, ¿conoces tus obligaciones? Te las voy a contar, desde el punto de vista legal

03 abril, 2017
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Actualizado: 03 abril, 2017 18:38
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Eran las 20:00 horas del día 28 de febrero de 2017 cuando María Angustias le dijo a su hijo de quince años que dejara de jugar con el móvil y se pusiera a estudiar porque al día siguiente tenía un examen.

El menor se negó a obedecer.

La madre tuvo que forcejear levemente con él para arrebatarle el teléfono. A consecuencia de la refriega, el joven sufrió un pequeño arañazo, según ha publicado ELCONFILEGAL.COM

Por tal motivo, acudió con un familiar directo a la Guardia Civil para denunciar a su madre por un delito de malos tratos en el ámbito familiar.

El caso siguió adelante. Aquella pequeña disputa familiar derivó en un proceso penal.

El Fiscal solicitó que se condenara a la madre a nueve meses de prisión. H

Hace pocos días se celebró el juicio. María Angustias declaró que, según su criterio, había actuado como cualquier madre.

¿Acaso podía permitir que su hijo dejara de estudiar?

El abuelo del joven manifestó que se trataba de un joven complicado que solía desobedecer tanto a su madre como a él mismo.

La sentencia finalmente absolvió a María Angustias.

El juez consideró que la madre estaba ejerciendo los derechos y obligaciones derivados de la patria potestad.

En efecto, si hubiera dejado su hijo jugando con el móvil y no le hubiera obligado a estudiar estaría incumpliendo la obligación que le impone el Código Civil de preocuparse por la educación de los hijos.

¿Qué ha pasado con la educación de los menores?

¿Y con sus obligaciones dentro de la familia?

¿Tienen los padres alguna autoridad sobre sus hijos?

¿Pueden imponerles alguna decisión?

La relación entre padre e hijos ha cambiado mucho en los últimos años. Hemos pasado de un sistema autoritario, basado en el miedo a los padres y en el que se permitía el castigo físico, a un sistema constitucional respetuoso con los derechos del menor y que intenta preservar, en todo momento, su interés superior.

Los poderes públicos han asumido tareas muy importantes en la protección de los menores. Han garantizado su educación a través de un sistema público y gratuito que persigue la igualdad de oportunidades para que puedan construir su futuro.

Han reconocido su capacidad de decisión en determinados asuntos como, por ejemplo, para contraer matrimonio, otorgar testamento y tener cierta autonomía en el ámbito sanitario. La legislación también ha protegido el patrimonio de los menores para que no se utilice por los padres sin las debidas garantías.

También se ha reconocido la capacidad de los menores con discernimiento para ser oídos en aquellos procesos en los que estén involucrados lo que tiene una especial importancia en los juicios de divorcio.

Todos estos avances y muchos otros deben valorarse de forma muy positiva porque sitúan a los menores en el lugar que les corresponde en una sociedad democrática. Sin embargo, también transmiten la idea (equivocada, por cierto) de que los menores solo tienen derechos.

¿Qué pasa con los deberes?

¿Y con la responsabilidad?

En contra de lo que comúnmente pudiera pensarse, los menores tienen obligaciones hacia sus padres.

Se detallan en el artículo 155 del Código Civil.

La primera de ellas (y más importante) es que los hijos deben “obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad, y respetarles siempre”.

Y, la segunda, comprende su obligación de “contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella”.

Ser padre en la sociedad actual no es fácil. La legislación atribuye a los padres obligación de velar por los hijos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral.

A pesar de las dificultades que todo padre se encontrará en mayor o menor medida para cumplir esos mandatos, seguramente hará todo lo posible para que sus hijos puedan alcanzar sus aspiraciones y vivir en un mundo mejor, más justo y más libre.

Si todos nos preocupamos cuando un padre es negligente en el cumplimiento de sus obligaciones, ¿por qué no hacemos lo mismo cuando un hijo olvida sus responsabilidades?

¿Por qué no hacemos ver entre todos a ese menor que el respeto a sus padres es un valor esencial de la convivencia? ¿Por qué no recuperamos el valor de la responsabilidad de los menores como algo positivo?

¿Por qué no eliminamos la connotación negativa de la palabra “obediencia” cuando, en definitiva, es una forma más de respeto hacia unos padres que, esquivando no pocas dificultades, están haciendo lo mejor para sus hijos?

Quizá sea el momento de recordar el primer mandamiento del decálogo para formar un delincuente elaborado por el juez de Menores Emilio Catatayud: “Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece”.

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