El sabor agridulce de la miel de Gaza
Saud Abu Ramadán
Gaza, 21 abr.- La industria de la apicultura, antaño un próspero negocio en la Franja de Gaza, se ha visto perjudicada en las últimas temporadas por el conflicto armado con Israel y otros factores medioambientales.
Especialmente apreciada por sus propiedades medicinales ante el bloqueo que restringe desde 2007 la entrada de bienes, muchos en este enclave costero utilizan la miel para tratar enfermedades, especialmente las relacionadas con los huesos o problemas digestivos.
El Ministerio de Agricultura palestino estima que en Gaza hay unos 300 apicultores que mantienen 20.000 colmenas capaces de generar unos 10 kilos de miel cada una al año.
El tarro de un kilo cuesta entre 15 y 20 dólares, pero los productores temen que el precio se dispare por la reducción de los panales motivada por la destrucción de árboles y plantas de las que las abejas extraen el polen.
El director del Departamento de Producción Animal del Ministerio de Agricultura en Gaza, Taher Abu Hamad, apunta que las tres operaciones militares de envergadura que ha afrontado Gaza desde 2008 «han destrozado cientos de árboles y provocado pérdidas de 3 millones de dólares» sólo en este sector.
Y avanza que este año la producción no excederá las 170 toneladas, cuando en el pasado llegaba a las 280 toneladas, cifra que cubría el 60 por ciento de la demanda local.
El funcionario añade otros factores que afectan a la contracción del sector, como el hecho de que «la producción de miel también se haya visto afectada por la expansión urbana, el aumento de la salinidad de las aguas subterráneas y la proliferación del cultivo de olivos, que no producen un néctar adecuado para su obtención».
Amjad El Najar aguarda a que llegue la temporada de la cosecha de la miel en Gaza, que coincide con los meses de abril y mayo, momento en el que sus ganancias se disparan gracias a este dulce elixir.
Este palestino de 50 años posee en el sur de la franja, cerca de la divisoria con Israel, 30 colmenas que sirven de única fuente de ingresos para una familia dedicada desde hace más de dos décadas a la apicultura.
Pero para este año las expectativas se han torcido y en contra de la tendencia que ha seguido este mercado en los últimos años, la producción ha disminuido considerablemente, y con ella las ganancias.
«Ha pasado lo que nunca pensé que ocurriría. Este año apenas produciré 280 kilos de miel, cuando lo habitual era llegar a los 750. Aún arrastro las consecuencias de la última ofensiva militar israelí contra Gaza (2014) que destruyó 20 de mis abejares y me causó unas pérdidas de 220 dólares por cada uno», lamenta.
Dentro de un traje de apicultor que le protege de las picaduras de abeja y mientras pasea junto a cuatro de sus trabajadores entre los frutales de su propiedad en Al Zahra, al sur de Gaza, El Najar cuenta que hace 20 años aprendió el oficio en Israel y después, «cuando cerraron las fronteras» (en referencia al bloqueo israelí), se decidió a abrir el negocio.
Además de ser ampliamente demandada para su consumo alimenticio, la carencia de medicamentos de la que adolece Gaza ha convertido este alimento tradicional en una medicina natural muy extendida.
Los colmeneros se consideraban privilegiados en una región castigada por el conflicto y la pobreza que influyen irremediablemente en la elaboración de esta dulce sustancia.
La producción ha sufrido una drástica reducción a más de la mitad, lo ha empujado a muchos a buscar alternativas de negocio.
Con todo, algunos prefieren agotar todos los recursos y hacer un último intento por salvar la cosecha y con ese objetivo han trasladado estratégicamente sus colmenas a las inmediaciones de las líneas divisorias con Israel o Egipto para que los insectos puedan elaborar la miel a partir del néctar y el polen de los cultivos en estos países, traspasando unas fronteras que ellos no pueden.
Raed Zurub tiene a sus abejas en Rafah, muy cerca del confín de Egipto y asegura que «vuelan entre tres y cuatro kilómetros» en territorio egipcio y traen de vuelta el polen que encuentran en su camino.
«Buscan alimento en los árboles frutales y flores que antes abundaban en la franja», rememora nostálgico. EFE