Simulacro de colisión pone a prueba el controvertido aeropuerto de Berlín
Berlín, 16 abr.- Un simulacro de accidente, con más de mil participantes entre equipos de salvamento y «heridos», puso hoy a prueba la seguridad del futuro aeropuerto de Berlín, aún sin fecha de apertura tras varios escándalos por retrasos y sobrecostes.
Equipos de bomberos, de protección civil, personal sanitario y policías participaron en las operaciones, que se desarrollaron sobre el recinto donde se construye aún el aeropuerto Berlín-Brandeburgo (BER), que inicialmente iba a entrar en funcionamiento en 2011.
El simulacro consistía en una colisión entre un Airbús A380 y un autobús del aeropuerto sobre una de las pistas, donde unos 1.400 miembros de los equipos de rescate atendían a 500 teóricos pasajeros, la mitad de ellos heridos de diversa consideración.
En la operación participaron centenares miembros del cuerpo de bomberos y unos 400 vehículos, entre ambulancias, coches policiales y otros transportes, que tantearon la capacidad de maniobra, respuesta y actuación, en caso de producirse una catástrofe de esas características.
Asimismo se escenificaron acciones tales como atención a los familiares y articulación de servicios telefónicos de información a posibles afectados, centralizadas desde unas instalaciones que no están aún operativas.
Las maniobras desataron un notable revuelo mediático en Berlín, tanto por lo aparatoso del simulacro como por el escándalo continuado que rodea del futuro aeropuerto internacional de la capital alemana.
El proyecto arrancó en 2006, entonces presupuestado en 2.000 millones de euros, con el cometido de suplir a los tres aeródromos que durante décadas funcionaron en paralelo en la ciudad -Tegel, en el antiguo sector oeste; Tempelhof, en pleno casco urbano; y Schönefeld, en la mitad este-.
El viejo aeropuerto de Tempelhof -que alimentó a la población del lado occidental durante once meses de bloqueo soviético, en plena Guerra Fría- quedó fuera de servicio ya en 2008.
Los otros dos siguen en funcionamiento, pese a que han quedado claramente obsoletos y no están a la altura de lo esperable para la capital de la primera potencia europea.
Tras varios retrasos en la apertura -el primero de ellos, cuando las aerolíneas se disponían a operar desde ahí, lo mismo que los locales comerciales de sus terminales-, los costes se han ido disparando hasta situarse ahora en unos 5.400 millones de euros.
Las razones de las demoras han ido desde problemas de seguridad hasta infraestructurales, entre un sinfín de percances, como la reciente necesidad de demoler las paredes de una de sus terminales por no cumplir con las garantías de protección contra incendios.
Los contratiempos han derivado en relevos en la cúpula directiva y consejo de vigilancia, así como la retirada, en 2014 y tras trece años en el cargo, del alcalde gobernador de Berlín, Klaus Wowereit, tras reconocer como «amargo fracaso» el no haber podido inaugurar aún el carísimo aeropuerto.
El consejo directivo del BER abordará la próxima semana la situación de las obras, para tratar de concretar una fecha para su entrada en funcionamiento, actualmente estimada sobre mediados de 2017. EFE