¿Por qué va a retirar Trump a EEUU del TPP?

¿Por qué va a retirar Trump a EEUU del TPP?

24 noviembre, 2016
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Actualizado: 24 noviembre, 2016 19:07
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«Todo el socialismo bienpensante y políticamente correcto a nivel mundial (que en España engloba también al PP y a Ciudadanos) se ha alzado en armas contra el presidente-electo de los Estados Unidos, Donald Trump. Entre otros, porque sus mensajes electorales se han transmitido en un lenguaje que los buenistas (repito, que en España incluyen al PP y Ciudadanos) no se han molestado en estudiar y disecar ofuscados por unas formas a las que conviene se vayan acostumbrando.
No faltaría más, las críticas a Trump engloban también a su política económica: ¿Cómo se atreve un empresario a decirle a los políticos que nos malgobiernan cuales son las mejores recetas para el crecimiento económico de su país y la prosperidad de la chusma que no les ha votado en esta ocasión? ¿Bajada de impuestos sobre la renta y sociedades?: anatema. ¿Reflación mediante sana creación de empleo?: que burdo, no vayamos a molestar a Stiglitz, que la clase media merece hundirse para igualar a todos por abajo en la pobreza.
Pues es precisamente esta última visión reflacionista del presidente-electo la que justifica su oposición al Partenariado Trans-Pacífico (en adelante TPP, para usar las siglas inglesas por las que se conoce a este tratado de libre comercio).
Intentaremos examinar primero que es el TPP para luego intentar comprender por qué Trump incluye la retirada de los Estados Unidos de ese tratado entre las medidas que piensa adoptar en los primeros cien días de su mandato,y con qué pretende sustituirlo (sí,sí, que se lo ha pensado bien, y sabe lo que tiene que hacer).
El TPP es un tratado de libre comercio que han suscrito en una primera fase 12 países ribereños del Océano Pacífico (que incluyen por cierto a México y Canadá,que ya cuentan con otro acuerdo de libre comercio con Estados Unidos a través del NAFTA, que Trump también prevee re-negociar aunque no denunciar), todos ellos hasta ahora países con los que América negocia ya sin barreras arancelarias o muy pocas, y que también comparten inversiones cruzadas de mucha consideración: nos referimos por ejemplo a países como Japón, Corea del Sur o Perú, poco sospechosos de ser anti-yanquis o anti- capitalistas en sus enfoques comerciales,y ninguno de ellos acusado de «dumping» ante la OMC, Organización Mundial del Comercio.
El TPP incluye en sus treinta artículos los habituales en este tipo de tratados, es decir, ausencia de aranceles, protección recíproca de inversiones, mecanismos de resolución de conflictos, etc.

Hasta ahora muy bien, ¿no?, puro capitalismo transnacional al viejo estilo

Pero hay alguna cláusula desazonadora para un país como los Estados Unidos, cuya producción industrial ya representa solamente el 17% de su PIB, y me refiero en particular a aquella que invita a todos los países ribereños no firmantes en esta primera fase a unirse al Acuerdo. El lector avezado dirá sin duda que Laos o Camboya, productores industriales a coste misérrimo no representarían gran amenaza para la castigada industria norteamericana,aunque todo duele.
El problema reside en dos países, Rusia y China, también ribereños y que en teoría también pudieran unirse al TPP, y sería muy difícil que los Estados Unidos se negaran a su adhesión, tal y como se suelen articular este tipo de tratados.
Cierto es que a China, que es la gran amenaza, le sería difícil unirse en esta primera tanda, ya que no cumple con algunas de las premisas básicas del TPP, por ejemplo su incumplimiento de ciertas reglas acerca de las emisiones contaminantes, en las que el gigante asiático es el mayor infractor,a pesar de que la prensa anti-yanqui,que es la mayoría,acuse a los Estados Unidos de serlo (y también allí reside una de las mayores reservas del Donald Trump acerca del TPP: él pretende que que su país tenga las manos libres para producir mucho más petróleo y gas hasta ser autosuficiente, lo cual le dotaría de un mayor potencial económico que además le liberaría del chantaje de la OPEP y de Rusia).
Pero volvamos a China, que ha sido desde los años noventa del siglo pasado, es ahora y será en el futuro el mayor enemigo comercial de los Estados Unidos, en una guerra que tiene ganada Xi Jinping si Trump no le pone remedio: el déficit comercial norteamericano con aquel país es gigantesco, a pesar de sus crecientes exportaciones (algo mermadas últimamente por la crisis económica que vive China), y ese déficit USA se convierte en superávit económico chino, que es re-invertido en bonos del Tesoro norteamericano, lo cual representa una amenaza latente y un arma potencialmente desestabilizadora en manos de un gigante de intenciones poco claras y tranquilizadoras.
Sumemos a esto que China ha hundido sin duda la producción industrial norteamericana de acero y aluminio mediante «dumping», tropelía denunciada repetidamente y sin éxito ante la OMC, y que además el país asiático manipula el tipo de cambio de su moneda a su antojo, cosa que el Congreso USA ha denunciado también en múltiples ocasiones, y entenderemos que al presidente-electo no le hace ninguna gracia una posible adhesión china al TPP a medio plazo, de forma oficial o por paises interpuestos, que también en ésto último se han convertido en expertos.
Tampoco hace falta mencionar que China controla ya mediante sub-contratación industrial toda la producción de Apple y de la mayoría de los ordenadores que se comercializan en Norteamérica. Asusta, ¿no?

¿Y qué va a hacer Donald Trump al respecto?

Retirándose del TPP, lo primero que va a hacer es lanzar un mensaje claro a China: los Estados Unidos constituyen el mercado más abierto del mundo, sí, pero a partir de ahora las reglas del juego exigirán limpieza mutua y respeto del ordenamiento comercial mundial. En particular, la no manipulación cambiaría, que daría al traste con la política reflacionista de Trump, y conviene que lo comprendamos: el nuevo presidente pretende lanzar un enorme programa de Obra Pública para sacar del desempleo a los obreros que perdieron su trabajo por las importaciones baratas (simplista pero real), lo cual forzará a la Reserva Federal a aumentar los tipos de interés más allá de lo que los mercados ya descuentan.
Esto a su vez provocará un alza del Dólar USA mayor aún de lo que hemos visto últimamente y de lo que se espera, y si el lector no comulga con este análisis, solo hace falta remontarse a las políticas económicas de Ronald Reagan y Paul Volcker, el presidente de la Reserva Federal en los años 80. En esas circunstancias, lo que menos le apetece a Trump es que China siga devaluando su moneda y aprovechándose de un Dólar alto por añadidura. Así que no lo dudemos,viene una guerra comercial con China, y la retirada USA del TPP es el primer cañonazo y aviso a navegantes.
Dirá el lector y con razón que no tienen que pagar justos por pecadores en esta guerra: Nueva Zelanda, firmante del TPP, no tiene por qué pagar por las guerras sino-americanas, y tendrá razón.
Pero Trump no pretende dañar a sus socios más leales y cumplidores, sólo opina, y con razón en esta etapa de post-crisis mal resuelta, renegociar sus acuerdos comerciales con cada país de uno en uno,que es lo que le conviene al suyo. En su libro «The art of the deal» (el arte de la negociación), publicado en 1987, el presidente-electo enumera los once principios empresariales por los que rige su actividad económica, y entre ellos que para una negociación exitosa hay que averiguar lo que quiere la contraparte para obtener lo que uno quiere, y eso sólo se puede hacer a dos y no de forma multilateral, donde las tratativas con muchos implican mayores cesiones por un supuesto mayor bien común. Por eso abandonará el TPP y no NAFTA, donde sólo tiene que re-negociar con Canadá y México (tras haber enviado un poderoso mensaje,que nadie lo dude).
¿Puede decirse que entramos en una nueva era de proteccionismo,que nos llevará a otro desastre como el que se vivió en 1929 por ese motivo? Rotundamente no. Lo que vamos a ver es una nueva fórmula de negociación comercial, dónde primará lo bilateral sobre lo multilateral hasta que tengamos unas reglas del juego claras y podamos regresar a lo anterior sobre unas bases de intercambio financiero y de bienes y servicios claros y sin trampas. ¿Qué eso inclinará la balanza a favor de una poderosa América en una primera fase? Sin duda, y para eso le han votado a Trump sus conciudadanos. ¿Qué nos irá mal a los demás? A los que nos atengamos a las reglas, no. Re-equilibrar la justicia nunca fue malo, y si para eso hay que darle algún capón a los niños malos, Trump lo hará, por mucho que griten los buenistas que quieren que Estados Unidos financien gratis su modo de vida y además culpabilizarle de todos los males. Se abre una nueva etapa.»

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