Abismo en Estados Unidos

Abismo en Estados Unidos

RODRIGO RATO
15 enero, 2021
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Actualizado: 15 enero, 2021 10:18
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No caben muchas dudas sobre el nivel que ha alcanzado el deterioro de la vida política en Estados Unidos. Una de las ventajas prácticas esenciales en las democracias es la superación periódica de los conflictos según la voluntad de los electores va modificando las mayorías. Así las tensiones sociales y políticas van quedando atrás. Pero parece que la derrota republicana del pasado noviembre 2020 no va ser superada. No se trata tanto de las políticas concretas llevadas a cabo por Donald Trump , algunas de las cuales no serán sustancialmente variadas por la Administración Biden, si no del propio hecho de quien sea Presidente. Al mismo tiempo los Representantes Demócratas plantean un juicio político contra Trump a una semana para dejar su cargo, una de cuyas consecuencias, si el Senado lo ratifica, sería impedirle volverse a presentar en 2024. Sería el primer Presidente de la historia norteamericana en ser condenado políticamente.

Muchos países personalizan sus conflictos políticos en líderes concretos, lo que resulta en su incapacidad para resolver los problemas de sus ciudadanos. Es famoso el grafiti en La Paz hace años: “ Banzer vuelve!!” “ A robar!!”. “ Pero vuelve!!!”. Hace doscientos años que los EEUU han descansado en un bipartidismo con todo poderosos Presidentes, que no han reducido sino al contrario su prerrogativas en la llamada “ Presidencial Imperial”, pero limitada en el tiempo. Así junto con el Poder Legislativo, a menudo en manos del partido político contrario al Presidente, ha supuesto un dinámico equilibrio de poderes. 2020 ha sido un año cuando muchas deficiencias del Estado norteamericano se han mostrado abiertamente. La creciente desigualdad económica , una de las mayores de la OCDE, se está agravando con las consecuencias de la COVID la 19, cuyo tratamiento ha convertido a EEUU en el país con más fallecidos pese a ser el que más recursos dedica a la sanidad, en términos absolutos y relativos. No es de extrañar que este “fracaso” público añada frustraciones.

La suposición de que son ciudadanos negros los que sufren las peor parte de la desigualdad es hoy discutida, ante una gran proporción de blancos con bajos niveles educativos y afectados por la crisis de empleos industriales, también por el escándalo de los opioides de finales de los 1990 que se cobró más de 600.000 victimas.La victoria de Donald Trump en varios Estados tradicionalmente industriales, con un mensaje anti liberalismo comercial y anti élites urbanas, se ha atribuido a ese votante trabajador, con sensación de recibir la peor parte. Hillary Clinton se refirió a los ciudadanos “deplorables”, Barack Obama a los que “leen la Biblia y compran armas”. Joe Biden se cuidó muy mucho de estas referencias despreciativas. Recupero esos Estados para los Demócratas. Incluso ha conseguido el voto mayoritario en Georgia por primera vez en más de 20 años. Pero aún así sus mayorías en las Cámaras son muy estrechas con sólo dos años hasta las próximas elecciones, a mitad de su mandato. En dos años podemos tener un Gobierno dividido en Washington, no por políticas concretas sino por la legitimidad de sus votos. La alarma es lo suficientemente seria para que grandes empresas norteamericanas hayan tomado partido contra los que rechazan la legitimidad del próximo Presidente. Un abandono de su posición tradicional de apoyo a los dos partidos, en mayor o menor medida.

Todo en EEUU hoy transmite urgencia y angustia, justo cuando empieza un nuevo ciclo político. La edad del propio Biden y su reciente reconocimiento que no se volverá a presentar reducen los horizontes. Sus iniciales mayorías parlamentarias pueden darle la ocasión de aumentar el número de Jueces del Tribunal Supremo, también de incluir en el Congreso a territorios demócratas, como Washington DC o Puerto Rico. Operaciones políticas de gran calado, pero nada pacíficas, que tendrá que tomar con celeridad pero cerrando la puerta a amplios consensos.

EEUU no es un país cualquiera. Representa el 25% de la riqueza global, su moneda es la reserva mundial, tiene más de 90 bases militares en otros tantos países (España incluida) y el ejército más poderoso, sus empresas lideran el cambio tecnológico, sus mercados financieros son los únicos globales. Ningún país puede romper sus relaciones con ellos, incluidas China o Rusia. La defensa de Europa depende de su compromiso. Es pues no sólo lógico sino imprescindible tratar de adelantarse a su evolución para todos los demás países. Convertida esta en un riesgo, el problema lo tenemos todos. El entonces Secretario del Tesoro, el tejano John Connaly, le dijo en los 1970 a sus conspicuos colegas europeos «el dólar es nuestra moneda pero es su problema”. Parece que el problema se extiende ahora a la propia credibilidad institucional norteamericana.

El riesgo político estaba habitualmente ligado a países emergentes, con regímenes no completamente democráticos. Pero ya es innegable que EEUU produce hoy una alarma que puede materializarse en 2023 o 2025. Adversarios pero sobre todo aliados saben muy bien lo inmediato de esas fechas. La. cuestión clave es si el futuro Partido Republicano superara su limitada derrota de 2020 o no, lo que a su vez depende de los líderes que lo dirijan y en base a que propuestas. Como bien dice el conocido adagio norteamericano : “todas las políticas son locales”, con independencia de sus repercusiones internacionales. De momento muchos inversores compran bitcoins a 34.000 dólares antes que quedarse quietos o invertir en euros. La alternativa del remimbi visto como se comportan las Autoridades Chinas parece algo para mucho más adelante.

 

 

 

 

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