Cambio climático, cambio económico

Cambio climático, cambio económico

06 diciembre, 2019
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Actualizado: 06 diciembre, 2019 9:00
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No es que esta semana nos importe más el planeta que otras, pero las coyunturas políticas y mediáticas hay que aprovecharlas. Es por eso que hoy se hace más visible que nunca un cambio climático con cada vez más evidencias científicas y que  ningún gobierno puede ignorar. 

A pesar de que los grandes contaminantes han decidido ignorar la cita chilenomadrileña, a pesar de que ni EEUU ni China ni Rusia han venido, el hecho de que Europa esté presente y que su nueva cabeza rectora haya acudido con la firme decisión de ponernos en cabeza de la descarbonización tiene que ser un motivo de orgullo y un acicate para todos, gobiernos, empresas y ciudadanos. Aquí, como en tantas ocasiones, ser el primero en poner una pica en Flandes puede marcar la diferencia entre que seamos punteros o que la revolución pase por delante y volvamos a estar a rebufo de quienes transforman el mundo. 

Sin embargo, la reflexión ha de ser de mirada larga. Tiene que cambiar nuestra forma de ver el mundo, tenemos que ver el planeta como un todo, interrelacionado, y no como un conjunto de elementos aprovechables que explotamos. No se trata de arbitrar una batería de medidas inconexas con las que limpiar nuestra conciencia destructora. 

Hay que aceptar que el sistema capitalista tendrá que hacer gala de flexibilidad y modular su enfoque, dejar de lado la explotación hasta el extremo de los recursos, finitos -aunque nos empeñemos en ignorarlo-, y dejar de explotar a la mitad sur del planeta si no queremos terminar todos sumidos en la pobreza y la contaminación. 

Todo pasa por tener claros los principios básicos. Hemos de tener todos las necesidades bien cubiertas, dejar de lado el mantra del crecimiento por el crecimiento y promover la evolución de un sistema que no tiene ya recorrido tal y como lo conocimos desde Adam Smith y hasta la crisis de 2008 pero que puede tener todavía mucho que decir. Un sistema que reconozca el mérito pero que dé a todos oportunidades de prosperar, un sistema que no aparte a la mitad pobre del planeta, que no se aproveche del trabajo de la mujer o incluso de los niños y que, a la vez, permita la esperanza de prosperar. Un sistema regido por la satisfacción de necesidades y no por una búsqueda suicida de crecimientos infinitos en un planeta con recursos finitos. En definitiva, un sistema que nos permita cuidar de los nuestros respetando los equilibrios de nuestra casa común, para que el Antropoceno no sea la era geológica que pone la puntilla al planeta.

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