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Un año mejor, incluso bueno

Un año mejor, incluso bueno

Rodrigo Rato
17 diciembre, 2020
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Actualizado: 18 diciembre, 2020 0:06
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Los budistas ofrecen a todos los seres vivientes, al universo entero, la felicidad que consiguen cuando alcanzan la iluminación. Los cristianos hacemos lo mismo con el sufrimiento. 2020 ha sido un año más cristiano que budista, con mucho dolor para todos, en la totalidad de las zonas geográficas y sociales. Tenemos que remontarnos a las grandes matanzas del siglo XX para encontrar tanto sufrimiento. Sin embargo, acaba el año con las primeras vacunas, en campañas para toda la población que no habíamos conocido desde la desaparición de la polio, al menos en los países desarrollados. Pocos Gobiernos saldrán airosos de la prueba, ya sea la primera o la segunda ola todos han sido humillados. Los sistemas de salud han respondido mejor que los gobernantes ante esta avalancha global. Parece ahora que antes de saber exactamente cómo evitar el contagio podremos inmunizarnos, total o parcialmente, lo que indica la aceleración en la búsqueda de una salida, creando angustia y desconfianza.

Todas las economías han sufrido pérdidas de empleo y riqueza en proporciones desconocidas en tiempo de paz. Los modelos de negocio basados en el contacto humano han tenido que reinventarse, desde las finanzas a la psiquiatría. La desconfianza se disparó, pero autoridades fiscales y monetarias inundaron las economías de liquidez y protección, más cuanto más ricas. La más agresiva los Estados Unidos, seguida de Japón. Ambas están implementando su segundo y tercer paquete fiscal respectivamente, junto con compra generalizada de activos y control a la baja de los tipos de interés. Las alertas tradicionales del riesgo han dejado de tener sentido cuando España coloca su deuda a intereses negativos, mientras alcanza el 120% de endeudamiento público y pierde 14 puntos de PIB en 2020. Por ello los ciudadanos se protegen ahorrando, pero sin invertir su dinero. No buscan rentabilidad, sino dormir más tranquilos. Con esta actitud es el Banco Central Europeo quien adquiere la deuda pública ¿Quien compraría deuda pública española? Los españoles parece que no.

Inevitablemente “la destrucción creativa” de Joseph Schumpeter ha hecho su desconcertante aparición. Mientras el mundo se hundía, el deseo de supervivencia y el de enriquecerse han espoleado los “espíritus animales”, que describía Keynes. Dados los tiempos, estos cambios se han apoyado en la tecnología. Apple tardo 15 años en valer 1 billón, dos años en valer el doble. Telsa, Zoom, Netflix, y un largo etcétera, han hecho ricos a sus accionistas durante este dramático año. El índice tecnológico de Estados Unidos, Nasdaq en máximos históricos, vale ya un 40% más que hace un año. Son burbujas gritan algunos, es el futuro les responden otros. Las bolsas norteamericanas dan todas beneficio en el 2020, algunas europeas casi. Todos hemos sufrido, incluso fallecido, pero una vez más hay ganadores y perdedores. Entre los países, Asía y sobre todo China han visto crecer sus exportaciones en dos dígitos convirtiéndose en los grandes beneficiarios de las expansiones fiscales europeas y norteamericanas. Puede incluso que esta aceleración en el uso digital nos proporcione el salto en productividad que llevábamos años necesitando para crecer.

Ahorros privados y ganancias en productividad unidos a liquidez barata, aumentos del gasto público con petróleo en 50 dólares el barril, pueden convertir a 2021 en una expansión sincronizada en todo el mundo. Las economías desarrolladas seguirán protegidas por sus Bancos Centrales de los efectos de sus expansiones fiscales. La mayoría de los países en desarrollo mantienen finanzas sanas y monedas estables, con las consabidas excepciones (Brasil, Turquía, Sudáfrica…..). Los consumidores mundiales tendrán un efecto eufórico al ver reducirse y alejarse sus confinamientos. Habremos visto el abismo, pero al final sin caernos en él. Desde luego, niveles de desempleo y mortandad empresarial serán una cara amarga de esta nueva ¨belle epoque¨, el nombre del juego será la rapidez para abandonar los modelos de negocio que la COVID ha enterrado. Después vendrá el recuento de deudas, con duras sorpresas cuando la alquimia monetaria empiece a retirarse. Pero eso será en 2022 y quizás sea muy pronto para preocuparse, salvo que la inflación haga una reaparición que nadie espera.

 

 

 

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