Cataluña año cero

Cataluña año cero

08 enero, 2018
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Actualizado: 08 enero, 2018 7:34
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La explosión de las relaciones entre los independentistas catalanes y el Gobierno español se produjo irremediablemente el 1 de octubre del año pasado.
No es fácil exagerar la importancia de lo sucedido, cuyas repercusiones no solo afectan a la organización territorial de España, sino también a la configuración del mapa político nacional. Como era de esperar, la confrontación sobre la independencia de Cataluña ha afectado profundamente a los liderazgos nacionales.
Para empezar, Mariano Rajoy y el propio PP se encuentran de repente ante una crisis existencial, que no puede solucionarse con la mera utilización del poder. El riesgo de perder la franja electoral más liberal, dinámica y joven es el más real desde los años 80, antes de la refundación del partido y de la llegada de José María Aznar a la presidencia del mismo. La continuidad de Rajoy basada en la inexistencia de alternativas se ha evaporado con el resultado catalán: el desplome del PP y la victoria de Ciudadanos. La estrategia de aguantar, esperando errores de otros, tan característica de Rajoy, parece haber llegado a su fin. Un cambio de liderazgo en el PP resulta tan necesario como imposible, lo que sucede ahora es que la solución vendrá por una pérdida considerable del espacio electoral, que puede ser irreversible. La legendaria fortaleza de la organización puede ser un espejismo sin un electorado motivado, solo resignado. Al PSOE le ha pasado primero.
El PSOE , por su parte, ha fracasado en su intento de recuperar una posición predominante en Cataluña. Teniendo en cuenta que el PSOE en las últimas elecciones generales de junio 2016 no ganó en ninguna provincia, el reciente resultado electoral catalán le deja sin posibilidades de poder ganar las próximas elecciones generales, con lo que solo podría estar en el futuro Gobierno formando parte de una coalición de más de dos partidos, ostentando o no la presidencia del Ejecutivo. Un duro cambio de expectativas para sus líderes.Por suerte para el socialismo, su principal competidor en la izquierda tampoco ha salido robustecido de las elecciones catalanas.
Podemos, con Pablo Iglesias, ha apostado por convertir el 15M en una fuerza política organizada, pero su atractivo se va reduciendo, mientras sus contradicciones se hacen más evidentes. Ni los votantes catalanes, ni la opinión pública española parecen confiar ya en Podemos con Iglesias. Si en las elecciones autonómicas y municipales de 2019 este proceso continúa, sus posibilidades de liderar la izquierda habrán desaparecido, dejando una herencia de pequeños partidos regionales con los que el PSOE intentará formar gobiernos, locales y autonómicos, que resultarán muy inestables.
Ciudadanos ha salido robustecido de la crisis catalana, además de convertir a Inés Arrimadas en una líder nacional junto a Albert Rivera. En un panorama nacional tan pobre de liderazgos dos en un solo partido es una excepción. Ciudadanos puede estar ahora en posición de conseguir una parte del electorado del PP, que desde mediados de los años 80 formaba parte de su espacio político. Le ha arrebatado ya el protagonismo en la defensa de la unidad de España, que fue la clave de fraguismo. Y si consigue formular un propuesta creíble, equilibrada y justa en materia de impuestos y derechos del contribuyente, junto con otra liberal sobre educación, habrá dejado al PP como un partido burocrático, aburrido, solo detentador del poder. No es tarea fácil, desde una estructura territorial débil, como la que tiene Ciudadanos, pero es muy parecido a lo ocurrido el pasado año en Francia a los Republicanos con la aparición de Emmanuel Macron. La oportunidad será en las elecciones territoriales de 2019.
Tampoco los partidos independentistas han salido indemnes de su desafío. Para empezar la estructura económica les ha abandonado, su proyecto parece llevar a Cataluña hacia el declive socioeconómico que vivió Quebec y más recientemente el Brexit para Reino Unido. Han dejado, además, de ser una candidatura unitaria. En la división la derecha ha ganado a Esquerra Republicana, pese al “martirologio” de Oriol Junqueras. Han perdido las elecciones en votos, con 300.000 votos menos que hace dos años, solo pueden gobernar : si les dejan los jueces, si se alían entre todos para intentar hacer lo que se ha demostrado imposible, no tiene respaldo y es ruinoso, la independencia. Un gobierno independentista sin agenda social o económica, enfrentado con España pero también con la UE. La lista parece abrumadora pero aun así tienen mayoría en escaños. ¿Cómo entenderlo? ¿Qué se puede hacer hacia el futuro?
Cataluña ha supuesto también la irrupción en la política española del voto incomprensible, que vemos en EE UU o en Reino Unido. Votar sin pensar, escudándose en unos sentimientos, no parece que sea la mayor fuerza de la democracia aunque sea democrático. En Norteamérica hasta la percepción económica, si las cosas van bien o mal, está ya determinada por las posiciones políticas entre republicanos y demócratas, quienes contestan en las encuestas de opinión económica según a qué partido pertenecen. En Cataluña vamos hacia esa situación, lo que no augura nada constructivo para el futuro. Tampoco el pasado con eleciones cada dos años es como para añorarlo. La preocupación, además de la frustración, del conjunto de los españoles con lo que está y puede pasar en Cataluña indica que todos somos conscientes. Una nueva agenda no solo en Cataluña sino en España es necesaria. Mirar por el retrovisor es inútil.
Y sin embargo las cosas se moverán, a mejor o a peor, pero no permanecerán simplemente estancadas. Para empezar, el Parlament no debería enquistarse en una agenda identitaria, no todo debe ser visto desde ese prisma. Es sin duda tarea de las fuerzas políticas catalanas ser capaces de hablar sobre algo más. Dentro de menos de tres años habrá un nuevo Gobierno en España. Para los no independentistas en Cataluña y para el resto de los españoles ese es un futuro no necesariamente tranquilizador. Pero tres años podrían dar mucho de sí para cambiar la agenda catalana, también la nacional. Ahora para empezar nadie debería prescindir de Ciudadanos, ganador de las elecciones. Su propuesta de presidir el Parlament indica una cierta humildad. Los nacionalistas harían bien en trabajar sobre ella. Este enero nos indicará si podemos confiar, por poco que sea.

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