La emperatriz se marcha, ¿habrá digno sucesor?

La emperatriz se marcha, ¿habrá digno sucesor?

Rafael Jiménez
24 septiembre, 2021
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Actualizado: 24 septiembre, 2021 20:16
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Angela Merkel se marcha y no va a ser fácil de olvidar. La que ha sido la primera mujer en más de mil años en gobernar territorio germánico, la que ha sido reconocida durante más de 15 años como la mujer más poderosa del mundo, deja tras de sí cuatro mandatos al frente de la mayor potencia económica continental de Europa y un liderazgo fuerte que comparte, además de su formación científica, como licenciada y doctora en Física que es, con su antecesora en los ochenta como mujer más poderosa del mundo, Margaret Thatcher, Química de formación.

Ahora se trata de saber quién va a regir los destinos de la nación más poderosa de la Unión Europea, la más poblada y la mayor economía. La última semana de campaña ha servido para que la CDU recorte la ventaja con la que venía el SPD pero, salvo sorpresa, no habrá una mayoría clara y, gane quien gane, habrá que esperar a un tripartito. Y conociendo a los alemanes y su carácter metódico, habrá que tener paciencia ya que le dedican meses a perfilas estos acuerdos.

No obstante, para mí quien más se juega en estos comicios es Europa. Porque Alemania es, querámoslo o no, el centro de mando de la Unión. Y ahora mismo aunque la embarcación lleva consigo casi 500 millones de personas, es más un paquebote que un transatlántico. Y no faltan las vías de agua porque más allá de ese corazón germano y de una cohorte de pequeños países centro y noreuropeos con relativamente buena situación, hay dos claras derivas que requieren de un liderazgo fuerte.

La primera es puramente económica, la que suponen los socios mediterráneos y los sempiternos problemas económicos que arrastran, con lo que eso puede condicionar la construcción de una Europa pujante. Veremos si gana un candidato proclive a los frugales, a Austria, a Holanda, a Finlandia, o alguien con más sensibilidad por lo social y por integrar a las economías más dañadas del sur de Europa y a sus gentes.

La segunda es la zona este de la Unión, donde los últimos en sumarse al club han salido díscolos y no hacen más que tensar la cuerda institucional en un precario equilibrio en el que no paran de reclamar y recibir fondos para la modernización de sus países después de décadas tras el telón de acero mientras desafían constantemente los principios rectores de los 27 en cuestiones sensibles, como los derechos de las minorías, tanto étnicas como de orientación sexual, a la par que vetan universidades extranjeras o aprueban leyes para configurar un poder judicial a la carta.

Con ese panorama tan complejo, más allá de quien finalmente se lleve la cancillería, lo que está claro es que tendrá una ardua labor por delante si quiere darle un futuro a ese proyecto que nos dejaron, tras una Europa devastada por la guerra, gentes como Schuman, Monnet, Adenauer o De Gasperi. Desde luego, sea quien sea, del SPD o de la CDU, tiene una labor titánica por delante y más nos vale que se parezca en algo a Merkel, porque, si lo consigue, mejor nos irá a todos. Hay que ver, todavía no se ha ido y algunos ya la estamos echando de menos. Es lo que tiene vivir en tiempos convulsos, que se aprecia más, si cabe, la capacidad de liderazgo.

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