El ‘positivo’ de Trump
El diagnóstico de Covid-19 del presidente Donald Trump está resonando en Washington y en todo el mundo. Se plantean nuevas dudas sobre las elecciones de noviembre, la percepción pública del virus y la gobernanza de Estados Unidos.
El regreso del presidente después de tres días de tratamiento en el hospital militar Walter Reed ha dejado preguntas sin respuesta sobre su estado de salud y sobre su voluntad de cumplir con las restricciones necesarias para evitar que empeore un brote de virus en la Casa Blanca. El lunes, se conocía que tres personas más de su cículo más cercano, incluida la secretaria de prensa Kayleigh McEnany, estaban infectadas. Como hombre de 74 años con sobrepeso, el riesgo de Trump de desarrollar síntomas graves es mayor que si fuera más joven, delgado o mujer. Pero también tiene acceso al mejor tratamiento del mundo y con un equipo médico encima las 24 horas del día.
El coronavirus ha expulsado a Trump de la campaña electoral en un momento en el que se ha quedado rezagado respecto al ex vicepresidente Joe Biden en las encuestas y en el que había planeado una serie de grandes mítines para impulsar su base electoral. El tiempo que el presidente permanezca sin poder viajar y la gravedad o levedad de su enfermedad podrían ser factores determinantes a pocas semanas de las elecciones del 3 de noviembre.
Más allá de la propia salud del presidente y su campaña de reelección, su infección influye en otros asuntos primordiales para la economía norteamericana. La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, dijo el 2 de octubre que el ‘positivo’ de Trump podría cambiar la dinámica de las conversaciones con los republicanos sobre un nuevo paquete de estímulo. Asimismo, la ratificación en el Senado de la nominada de Trump al Tribunal Supremo, Amy Coney Barrett, podría verse afectada por la enfermedad del presidente o de quienes le rodean. Y luego está la percepción pública del virus y la respuesta del gobierno a la pandemia.
Trump durante varios meses de crisis sanitaria ha mostrado un cierto desdén por utilizar la mascarilla, aunque finalmente ha animado a la gente a usarla. Aún así, la actitud de Trump ha llevado a algunos de sus seguidores a seguir su ejemplo arrogante para llevar mascarilla, a pesar de que las autoridades de salud pública aseguran que es una de las mejores formas de frenar la propagación del virus. A su regreso de Walter Reed, Trump se quitó su propia macarilla desde el balcón de la Casa Blanca.
Si el presidente se recupera rápidamente, sus partidarios también podrían ver eso como evidencia de que Covid-19 no es una amenaza seria. A pesar de su ingreso hospitalario y el creciente brote entre su personal más cercano, Trump sigue minimizando los peligros de un virus que ha matado a más de 210.000 estadounidenses.