La reformulación del orden internacional supone para Brasil la oportunidad de lograr un puesto de mayor relevancia global. Siendo ya, por su peso demográfico y económico y por el rol que ha ido adquiriendo en el mundo, una potencia media, su aspiración última es poder alcanzar un estatus de gran potencia: por debajo de las superpotencias –Estados Unidos y China, y, estirando el concepto, también Rusia y la Unión Europea–, pero de cualquier modo entre los siete u ocho países más relevantes del planeta.