La Unión Europea ha adoptado una estrategia variada en su relación con los países del espacio postsoviético, reflejando tanto intereses geopolíticos como consideraciones históricas y económicas. Algunos países, como los Estados bálticos y Polonia, han ingresado plenamente en la UE, motivados por su deseo de integración, seguridad y estabilidad tras décadas de dominación soviética. Otros, como Ucrania, Georgia y Moldavia, mantienen procesos de acercamiento en diferentes etapas, buscando fortalecer sus vínculos con la Unión a través de acuerdos de asociación y candidaturas a la membresía. La diferencia en el trato ha dependido de factores como su grado de estabilidad política, su alineación con los valores europeos y su interés en la integración. Además, la estrategia de la UE busca consolidar su influencia en la región, promoviendo reformas democráticas y económicas, y evitando la expansión de la influencia rusa. Estas políticas han influido en la actitud de Moscú, que percibe la expansión de la UE y la OTAN hacia sus fronteras como una amenaza a su seguridad e intereses. La relación entre la UE y el espacio postsoviético, por tanto, forma parte de una estrategia geopolítica que busca fortalecer la estabilidad en Europa y limitar la influencia de Rusia en la región.