Pretensiones hegemónicas del Islam en Europa

Pretensiones hegemónicas del Islam en Europa

28 octubre, 2016
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Actualizado: 28 octubre, 2016 17:37
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El Islam en retirada en su propia cuna

En Arabia Saudita, ya la mitad de los hombres hasta los 35 anos de edad no acuden semanalmente a la Mezquita. Y entre las mujeres, como un reguero de pólvora se está extendiendo una actitud crítica hacia el Islam. Todo este proceso es principalmente consecuencia del internet, que no puede ser cortado por la autoridad pública. Este medio proporciona un modo de vida y de pensamiento diametralmente distinto, donde se puede ver todavía el respeto a la mujer, el ambiente de libertad en la sociedad y tantos valores más que constituyen todo un descubrimiento para mujeres y hombres que durante siglos no han tenido otra opción que el Islam.

El Islam como proyecto hegemónico

Quizás como reacción a este proceso de enrarecimiento del Corán, hace anos el régimen wahabita de Arabia Saudita y Catar está trabajando para difundir dentro del Islam una interpretación extremadamente conservativa, erigiéndose como la autoridad doctrinal suprema en la enseñanza y aplicación del Corán. Esta actitud radica en la afirmación de que el Islam está no sólo por encima de todos los demás credos, sino también tiene prevalencia sobre todos los regímenes democráticos constitucionales, a los que considera un sacrilegio contra Alá.

Esta visión del Islam pretende imponerse no sólo como religión, sino como regla de convivencia social y política en los estados europeos. Estas exigencias expansionistas chocan con un entendimiento del Islam que admite en Europa un cierto pluralismo. Este colonialismo cultural de signo mahometano está financiado por grandes mecenas árabes, turcos y de Catar. Concretamente, en Alemania se exige a las autoridades públicas un tratamiento especial de los mahometanos en sus relaciones con ellas, en el lugar de trabajo, en el servicio militar, en los hospitales, escuelas etc. Se llega incluso al extremo de aplicarse la Sharia en barrios y jetos islámicos. En Inglaterra se ha aceptado el ejercicio de su autoridad a consejos, que aplican esta ley en los asuntos familiares, tocando puntos muy sensibles para la mujer, como es la igualdad derechos, los matrimonios forzados y los derechos de los niños.

Símbolos de batalla de esta pretensión de hegemonía islámica es el velo de la mujer, que lleva a presiones inaceptables contra las chicas que no lo usan, que pueden llegar hasta a la vejación o a acusarlas como prostitutas. Y las personas que se distancian públicamente del Islam arriesgan hasta su vida misma. Así, el «sumo sacerdote» islamista Hani Ramadan ha dicho hace poco en una entrevista de prensa, que matar al que se convierte a otro credo es justo y legítimo. Otros Imanes, sin embargo, condenan esta actitud, presentando un Islam condescendiente hacia otras confesiones religiosas, sin pretender someterlo todo al Islam.

Cree o muere

Así se comprende que en Europa ya hayan sido matados cientos de personas y que muchos críticos del Islam tengan que vivir bajo constante protección policial, como Seyran Ates, Lars Vilks, Ahmad Mansour y tantos más, y el primero de ellos, Salman Rushdie. También se mataron a artistas y periodistas, porque han criticado satíricamente a Alá y al Islam. Pero en éste último caso hay que decir, que a pesar de todo hay que respetar a los adeptos al Islam por ser una religión en la que fueron educados millones y millones, y que por tanto es una enseñanza que conforma sus conciencias, y el hombre y sus opciones en conciencia hay que respetar siempre. Lastimosamente, en el Occidente no pocas veces no se sabe conjugar el derecho de expresión con la obligación de respetar a la persona que de buena fe profesa una convicción religiosa que uno no comparte. En este sentido lo de «Charlie Hebdo» ha sido una provocación inaceptable.

Lógicamente, los wahabitas de combate odian a muerte a los judíos, como odian a los «cruzados» o cristianos, si bien ambos credos se mencionan en el «Libro» -el Antiguo Testamento– como personas que se merecen más respeto que los demás «perros impíos».

Reacciones políticas al desafío islámico

En un primer momento, las izquierdas – por ejemplo, en Suiza – han propugnado comprensión y concesiones. No estaban preparados para éste problema y, por tanto, han perdido terreno político en favor de los radicales de derechas, que según parece, tienen buenas perspectivas de triunfo político en las próximas elecciones en Alemania y en los demás países líderes europeos. No sólo preocupan el millón de islamistas que han sido acogidos benévolamente por Ángela Merkel, sino también la creciente radicalización islámica en Turquía y otros países del Oriente Medio y las continuas aventuras bélicas de Estado Islámico en Siria e Irak. Debido a que el problema planteado no se puede resolver sólo con medidas de Gobierno, sino que tiene un aspecto cultural de primera importancia, que queda planteado en lo que dijo una vez un empresario suizo: «a mí qué me importa que manden los árabes o los comunistas, con tal que pueda seguir ganando dinero con mis productos». De repente se está despertando en Europa la identidad cultural cristiana, que dio origen a nuestro gran progreso desde el ano cero.

Ten fe o muere

Esta paráfrasis del título anterior bien resume la lucha que se está fraguando. Sin una profunda y fuerte identidad cultural, igual o incluso más fuerte que los adeptos del Islam, esta batalla sería muy difícil. Son precisamente los elementos culturales pre-sociales y económicos lo que desencadenan en las personas las actitudes y decisiones profundas y sacrificadas. Esto no quiere decir que a los mahometanos haya que echarlos fuera, sino que más bien habrá que afrontar el sacrificio de ayudarles a salir adelante, porque, en el fondo, la gran mayoría han venido –sobre todo las familias y sus hijos- para salvar su vida.

Pero a la vez no se puede permitir que no respeten nuestra propia fe religiosa ni que pretendan imponer públicamente su propia Ley. La ayuda que les brinda Europa la tienen que recibir con profundo agradecimiento, con sencillez de corazón, sin convertirse en parásitos de la sociedad. Sería intolerable que no acepten trabajos manuales, porque así pierde importancia el que no conozcan el idioma de sus anfitriones.

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