Mohamed VI ordena poner fin a la anarquía del comercio ambulante

Mohamed VI ordena poner fin a la anarquía del comercio ambulante

05 mayo, 2016
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Actualizado: 05 mayo, 2016 0:00
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Rabat, 5 may.- El rey Mohamed VI de Marruecos ha «ordenado» poner fin al desorden en el que trabajan los más de 250.000 vendedores ambulantes en el país y ha encargado a un comité gubernamental un plan para encontrar una solución definitiva a un problema crónico en las calles del país.

El diario Al Massae señala hoy que el rey ha dado estas instrucciones al gobierno después de que una mujer, vendedora ambulante de «baghrir» (tortas locales) se suicidara quemándose viva en la ciudad de Kenitra, al norte de Rabat, tras una pelea con agentes municipales que le impidieron trabajar en la calle en un enfrentamiento que distintos medios calificaron de humillante.

Según el plan desvelado a grandes rasgos por el ministro delegado del Interior marroquí, Charki Drais, el pasado martes ante el parlamento, la idea es dotar a los ambulantes de espacios reglados en las distintas ciudades con horarios definidos, con condiciones que preserven su «dignidad» y eviten las frecuentes trifulcas con los agentes.

Aunque no hay cifras exactas, en 2011 el ministerio de Comercio e Industria calculó que había 276.000 vendedores ambulantes, cuyos ingresos mantenían a 1,38 millones de personas, pero que suponían para el Estado unas pérdidas de 478 millones de dirhams (unos 43 millones de euros) debido a que no pagan ningún impuesto ni licencia.

En el comercio ambulante, frecuente en los centros de todas las ciudades marroquíes, puede encontrarse frutas y verduras, pan y tortas, copias piratas de CDs, ropa falsificada o usada, teléfonos móviles de dudosa procedencia y hasta bicicletas traídas desde Europa o robadas.

Agentes de las Fuerzas Auxiliares patrullan con frecuencia las calles de los zocos marroquíes y confiscan la mercancía que encuentran en el suelo, pero los ambulantes suelen apostar en las esquinas a aliados que les permiten avistar a los agentes antes de su llegada, convirtiendo cada redada una especie de juego del gato y el ratón.

Las escasas veces en que los agentes confiscan mercancías suelen desembocar en peleas, ya que para los ambulantes, generalmente muy pobres, la pérdida de su material o sus productos significa varios días sin comer.

El suicidio de la vendedora de Kenitra, que tuvo una gran repercusión mediática, hizo recordar el de Mohamed Buazizi, el vendedor ambulante de frutas y verduras que en diciembre de 2010 se quemó en la localidad tunecina de Sidi Buzid, un acto que originó la «Primavera árabe» e hizo caer el régimen de Ben Ali en solo un mes. EFE

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