El acercamiento a China en el que Pedro Sánchez ha embarcado a España, y al que pretende empujar a Europa, no puede ignorar los riesgos que el régimen autoritario entraña para la economía y las libertades en el continente.
Tras reforzar los lazos con Pekín en los últimos años, y precisamente al término del Consejo Europeo en el que se visibilizó la debilidad de la reticente posición española sobre el plan de rearme, Sánchez no solo confirmó que en abril se reunirá con Xi Jinping, sino que reivindicó la necesidad de que Europa se «entienda» con esta «gran potencia», erigiéndose en puente para ello. La estrategia presenta importantes peligros de los que la Comisión Europea ha advertido públicamente.