El colapso de la dictadura indica una reorganización del poder en la región, pero también un cambio en la fragmentación y división del país en tres facciones dominantes: la oposición siria, las fuerzas kurdas y las fuerzas alauitas.
El régimen de Bachar al Asad había resistido más de una década de revueltas, guerra civil y sanciones internacionales desde el inicio de las protestas generalizadas en 2011. Sin embargo, se ha derrumbado en un periodo de tiempo extraordinariamente corto.
La fragmentación de Siria también plantea importantes riesgos para la seguridad de sus países vecinos: Turquía, Irak, Jordania y Líbano. Es probable que aumenten los flujos de refugiados, la violencia transfronteriza y las tensiones sectarias. Turquía ya acoge a más de tres millones de refugiados sirios, muchos de los cuales espera que regresen a sus hogares ahora que el gobierno de Al Asad ha desaparecido.